Que dice Igea que hagamos como si no hubiera Semana Santa. Y esto es algo que tenemos asumido desde largo, desde hace tiempo. Habrá que sacrificarnos por la Resurrección y esta Semana Santa será como la primera, con el mal ladrón en ya saben qué ... Ministerio y qué curva y qué vacaciones en Portuga. Lo mollar aquí es que no pasa nada en sacar a las turbas -no las de Cuenca a la calle- en lo de Hasel y en el 8-M. No pasa nasa por dejarnos sin la primera luna llena de primavera, pero la Semana Santa -cumbre del orden, la sobriedad y la cera- es algo que obviar. Pero después del allegado nos prohíben la Cruz y la Palabra.

Publicidad

Igea tiene razón, y menos mal que habrá esa media asta de los bares medio abiertos. Dicen que la Pascua será templada, o quizá yo me la haya imaginado así. Niebla temprana y lo mismo un Viernes Santo a 25 grados, que también lo hemos visto.

La Semana Santa es un estado del alma, del alma bipolar, porque ante un Juni (o un Mena, o un Benlliure) se experimenta lo extático, lo triste, pero esa esperanza de la Resurrección que hemos hablado antes es distinta y compatible con que el japonés nos saque retratados al Cristo de La Luz, al Atado a las Angustias y al Encuentro. Dejar en sordina un año más todo esto será bueno. Pero habrá que mentalizarse, y más que amenazas serenas de Igea necesitamos pensar en incienso. Y aquí el arribafirmante sabe de lo que habla.

Vayamos al fondo. Al Domingo de Resurrección. Con distancia. O a los dos domingos o cuando sepamos que hemos sacrificado la Pasión, como un Cordero místico y la vida eterna sin la jodida pandemia. Amén.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

0,99€ primer mes

Publicidad