Dos de los excompañeros de Pablo Iglesias purgados durante su vertiginoso viaje al poder, Errejón y Espinar, han coincidido en que la causa del derrumbe de Unidas Podemos en Galicia y el País Vasco ha sido el personalismo del líder y el control con puño ... de hierro del partido. Como crítica política tiene escaso valor porque ambos respiran por la herida y se centran en el ataque personal al líder que les fulminó. Ninguno ha entrado a valorar la trayectoria en estos meses de gobierno de Pablo Iglesias e Irene Montero que es donde puede estar la clave de la huida en masa de sus votantes.
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El colapso de la sigla en Galicia con una caída de 16 escaños a cero, casi inédita en la vida política española, coincide con el insistente mensaje de Pablo Iglesias asegurando que la sociedad española quiere un debate sobre la utilidad de la monarquía. Los votantes gallegos, al contrario, parecen haber pensado que lo que realmente no era útil era Podemos. No es casual que el ariete contra la monarquía democrática y constitucional, una de las pocas instituciones que simbolizan la unidad de la nación y la imagen hacia el exterior de un país moderno que aprecia sus tradiciones, haya desaparecido del Parlamento gallego. Si a este tipo de mensajes desestabilizadores añadimos sus ataques a Amancio Ortega el empresario que más puestos de trabajo crea en España y en especial en Galicia, se puede ir entendiendo la fuga de los votantes gallegos a otras latitudes.
A Podemos no le ha salvado ni la estrategia de culpar a las cloacas, ni su campaña para atacar a la monarquía parlamentaria, ni sus coqueteos con el nacionalismo gallego. Al contrario. El batacazo en las urnas coincide con su ofensiva contra la jefatura del Estado. Los síntomas apuntan a que Podemos también pertenece a la clase de los partidos burbuja que pueden llegar a captar mucho voto en momentos de confusión, crisis y desencanto, pero que los pierden con la misma facilidad que los ganan. Ciudadanos fue el primer caso clínico que entró en la UCI aunque antes enterró a UPyD. Ahora le ha tocado a Podemos. Y Vox, puede seguir por el mismo camino.
El partido de Santiago Abascal está viviendo un momento dulce e incluso ha logrado colocar una diputada en el Parlamento vasco. Pero en la medida que gana espacio político hipoteca para muchos años una alternativa de centro derecha. Vox corre el peligro de convertirse en una burbuja de agraviados, dolidos, cabreados, que acaben viendo el partido como un fin en sí mismo para reforzar su identidad política más radical mientras gobierna tranquilamente Pedro Sánchez y su geometría variable.
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