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Ah, los políticos… Esos seres entrañables. Si durante la campaña electoral dan más espectáculo que las series con guion humorístico-sobrenatural de Neil Gaiman, en estos periodos poselectorales de encuentros, desencuentros, rupturas y conciliaciones, se superan. Estos periodos agitados e inciertos son propios del ... posbipartidismo, cuando, lejos de corregirse algunos de los rasgos perniciosos de nuestro sistema político, la partitocracia (forma menor de democracia en la que todo pasa por los partidos) ha derramado sus dones por un abanico mayor de siglas. Y, siendo los partidos el mecanismo básico de concentración de poder y de reparto de prebendas, al no poder concentrar dos de ellos un apabullante botín de votos, la rebatiña sacude las asambleas, las mesas donde se habla de futuros gobiernos, las reuniones secretas y públicas.
Dadas las circunstancias, no hay uno que pueda llevarse el premio por sí solo, así que pactan el reparto. Se lo juegan. Declaraciones y contradeclaraciones, amenazas y ofertas ruedan sobre tapete. La impresión que queda es esa: los partidos se reparten la ganancia y, con ellos, los designados, los ungidos por un rígido sistema de funcionamiento partitocrático y por las listas cerradas a cal y canto. La impresión que queda es que los intereses de los partidos son lo que cuenta y pesa, y que el bien común, esa entelequia, se ha ido, no a segundo plano, sino al fondo del mar con los plásticos y microplásticos que degradan los ecosistemas abisales y luego todo lo demás, hacia arriba o hacia los lados.
El bien común tirado por la borda se pudre como un enorme cadáver, degrada la vida política, y así estamos en lo que Iñaki Gabilondo ha llamado «el partidismo enfermizo», que igual es un síntoma, digo yo, de la partitocracia putrefacta. ¿A qué responden las declaraciones de García Egea diciendo que no solo no iban a apoyar la investidura de Sánchez, sino que la iban a obstaculizar, siendo esto totalmente inútil puesto que no hay alternativa? Pues a eso, a nada, al partidismo enfermizo, dice Gabilondo, esta lógica absurda que ya nos parece de lo más normal y que da por supuesto que la responsabilidad de Estado solo compete a quien está en el poder. ¿Cómo no estar de acuerdo con Gabilondo? García Egea ha expresado una sólida voluntad de gripar el sistema, la lógica del «si no gobierno yo, no gobierna nadie». Y, sin embargo, por aquí y por allá avanzan las conversaciones y los juegos de manos, a veces juegos de cartas. Todos quieren alcanzar la maestría de esa divinidad caprichosa que maneja la baraja en 'Good Omens', la última serie firmada por Neil Gaiman. Sánchez e Iglesias hablan ahora de un Gobierno «de cooperación». Ciudadanos, Vox y el PP hacen sus pactos de perdedores allá donde pueden, siempre partiendo y repartiendo, que es lo que cuenta.
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