Paridas

Algo que decir ·

«Confieso que hubo una época en la que cualquier contratiempo nos hacía fantasear a algunos con la inmolación, pero el hecho de que esté hoy sentado escribiendo estas letras es la prueba de que no crucé esa raya»

Dice la ONU que en el mundo viven mil millones de jóvenes entre 15 y 24 años, un 18% de la población. Según este organismo es «una etapa que la mayoría de los seres humanos viven con intensidad pero, a pesar de ello, existen situaciones ... que los llevan a desestabilizarse y querer acabar con su vida, y aparecen las conductas suicidas». Ahora que mi mayor temor es tropezarme con una baldosa de las muchas que hay levantadas y torcerme el tobillo, confieso que hubo una época en la que cualquier contratiempo nos hacía fantasear a algunos con la inmolación, pero el hecho de que esté hoy sentado escribiendo estas letras es la prueba de que no crucé esa raya. Ni siquiera cuando nos encantaba aquella frase tan romántica de «vive rápido, muere joven y deja un bonito cadáver», porque lo normal es que esas paridas las pensáramos con motivo de algún desengaño amoroso que, por lo general, se resolvía aplicando la máxima de que un clavo saca otro clavo.

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No quiero frivolizar con un tema tan delicado que, afortunadamente, solo unos pocos logran consumar. Supongo que los problemas de esos jóvenes que fantasean con quitarse la vida les parecerán insalvables, pero les dejo una frase que me soltó hace tiempo mi psicóloga: «Pensar en el suicidio es un medio de consuelo porque gracias a él logramos soportar más de una mala noche». Al final, amanece.

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