Paraíso congelado
Mis tripas, corazón ·
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Mis tripas, corazón ·
Los gobiernos no quieren ver la tragedia de las migraciones: tienen el corazón heladoY a asomaba noviembre en el sur de Asia y en la Europa prometida, cuando un funcionario gris oscuro del Ministerio de Seguridad Pública del Reino Unido llamaba a Nguyen Dinh Gia: «Su hijo Luong se encuentra entre las víctimas del vagón frigorífico». ... El oyente no pudo pronunciar palabra porque se le heló el sonido justo antes de atravesarle la garganta de este a oeste y hacerle sangrar dolor a borbotones.
Y ya solo pudo imaginarlo muerto con trocitos de escarcha indignada. Su hijo, frío para siempre en un camión rumbo al paraíso. «Para ti la vida que te lleva», le cantaba Loquillo al partir.
Luong se me ha convertido en 39 vietnamitas. Luong es 31 hombres –uno de ellos casi niño- y ocho mujeres muertos. Muertas. De frío.
Huían de la pobreza. Miles de ellos se arriesgan a un viaje caro (40.000 euros pagaron) e incierto para alcanzar tierras europeas. Proceden del centro y el norte de Vietnam. Son muchas las familias que animan a sus hijos a emigrar. Piden préstamos para pagar a las redes de tráfico de personas. Aspiran a una vida mejor que les permita pequeños lujos como un automóvil o una vivienda. Y esto, cuando la economía de su país está considerada como la de más rápido crecimiento del mundo. Pero siempre hay olvidados, y más entre 90 millones de habitantes.
Está allá, en el sudeste asiático, en pleno trópico, exactamente a 10.779 km desde la Fuente de Zorrilla, pero nos suena tan cerca... Al fin y al cabo, se nos mueren aquí, en el Mediterráneo o en los alrededores de Londres; en las cunetas de Sofía o en Lampedusa. Atraviesan parte de China porque China está en todas partes, países de la ex Unión Soviética, Medio Oriente, Serbia, Hungría, Austria y Francia antes de tomar un barco a Gran Bretaña desde Bélgica u Holanda.
El camión –un poderoso Scania con un su clásico motor V8 y 350 caballos– llegó al Reino Unido a través del puerto de Holyhead y proveniente de Dublin. El 'container' viajó por separado y en barco desde el puerto belga de Zeebrugge –donde se habría cargado en un ferry– y llegó a Purfleet, Essex. Allí fue donde el conductor lo acopló a su Scania y emprendió el viaje. Cuando aparcó su vehículo en un parque industrial a 300 kilómetros de Londres, abrió las puertas del vagón de carga para encontrarse un paisaje de cadáveres. Marcó el 999 (servicio de emergencias), pero ya todo era inútil.
También en ese puerto belga, en el año 2000, 58 migrantes chinos murieron entre tomates cuando el camionero cerró la compuerta de ventilación para evitar que se escucharan los ruidos de la angustia del pasaje.
En el caso de los vietnamitas, alguien había encendido el motor refrigerante del vagón, por si la 'mercancía' lo requería, y la temperatura había descendido hasta los 25 bajo cero. A ese nivel de frío el paraíso se congela, no tiene árboles y es un glaciar, igual que el corazón de la Europa prometida, descendiendo a los infiernos a zancadas de monstruo.
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