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A quien más a quien menos, la pandemia le ha traído un cierto trastorno de la percepción espaciotemporal. Las cosas que pasaron hace mucho tiempo parece que sucedieron ayer. Y viceversa. Por ejemplo, tenemos que recurrir a la hemeroteca para saber que el actual Gobierno ... se constituyó hace menos de año y medio, cuando nos parece que lo sufrimos desde el pleistoceno. Un desbarajuste al que contribuyen no poco los 'déjà-vus' y las fantasmagorías, del tipo de la conocida como 'foto de Colón'. De hecho hay también que ir a la hemeroteca para recordar que fue hace algo más de dos años, concretamente en febrero de 2019, cuando tuvo lugar la anterior gran protesta por la unidad de España. Entonces con el PP mermado, Vox engallecido y Ciudadanos antes de que le pasara la apisonadora por encima. Aquella manifestación a Pedro Sánchez le costó la convocatoria de elecciones anticipadas. Y a todos los españoles el tener que soportar después una fórmula de Gobierno infumable. Hasta para el propio Gobierno.
Después vino la pandemia, ya digo, con sus efectos secundarios. Y en la debilidad de los ciudadanos el poder encontró la fuerza necesaria para mantenerse contra todo pronóstico. Y sobre ese poder omnímodo, con todos los recursos del Estado al retortero, la cosa de la unidad de España y de la cuestión catalana pareció que se diluía. Hasta el punto de llevarse por delante al ciudadano Torra, seguramente no el más dañino, pero sí el más ridículo y melancólico de todos los presidentes de Cataluña. Y ahora que la pandemia va de retirada, con el mismo ritmo que se reducen los problemas sanitarios, aumentan los grandes problemas nacionales, con Cataluña a la cabeza. ¡Qué pena que tengamos tan poco donde elegir!
Así que ahora parece que Sánchez, que ya no tiene pandemia de la que tirar, decide volver a jugársela al todo o nada con Cataluña. Piensa que su estrategia repetida de empujar al PP hacia la derecha, tratando de que su voz se confunda con la de Vox, le va a servir para salir una vez más mellado pero triunfante. Pero no es consciente de que ahora las cosas son muy distintas. Como no es consciente de que la justificación que esgrime para poder seguir teniendo el apoyo de los independentistas a su Gobierno, tiene muy poco fundamento. ¿Se le puede conceder un indulto a quien manifiestamente dice que no lo quiere? ¿Se puede perdonar a aquel que dice que todo su afán está en volver a hacer lo que hizo, pero esta vez hasta las últimas consecuencias? No sé qué pensaría de estas cosas Valerio Petroniano, pero Corneille ya dijo en su día que perdonar demasiado fácilmente es invitar a la ofensa.
Así que ahora con toda la tensión del mundo, porque las vacunas aún no han ganado la mano a las mascarillas, lo que tenemos sobre la mesa es el fantasma de una nueva manifestación de Colón. Si lo que quiere Pedro Sánchez es que haya elecciones anticipadas, a lo mejor lo que tiene que hacer es convocarlas directamente, como hizo la presidenta de Madrid. Porque volver a recurrir a la fórmula de la confrontación o de la ofensa, con lo exaltados que están los ánimos, no parece una buena fórmula. Ni para él ni para nadie.
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