Ha tenido la Feria del Libro de Valladolid el buen gusto, y el sentido de la justicia, de dedicar su edición de este año a José Jiménez Lozano, que nos abandonó hace poco más de 14 meses, sin que nos hayamos recuperado del todo de ... una orfandad que sólo podemos mitigar, lo que tampoco es mala cosa, acudiendo a añorarle a sus libros, tan suculentos, y escritos con esa carnalidad literaria tan suya y tan imposible de remedar.

Publicidad

La Feria honra el próximo fin de semana al escritor de Alcazarén con dos actos: uno de evocación de su figura personal y otro de presentación de una novedad inesperada: 'El Viaje a Oxford que nunca tuvo lugar', un producto editorial singular que Jiménez Lozano hubiera disfrutado, sin duda, en cuanto es un fruto noble y sustancioso de una larga historia de amistad, la suya, de treinta años, con un profesor inglés afincado en Valladolid, S. Stuart Park, que fuera director del Colegio Internacional del polígono de Argales. El título evoca la querencia de Pepe Lozano por la literatura británica, su afán por conocer en persona Oxford, que nunca llegó a satisfacer, y su ilusión poética, bastante guasona, de ser investido allí como 'Mirlo o Cuco Honoris Causa', amparándose en una vieja leyenda de la mítica universidad.

'El Viaje a Oxford' está construido a partir del intercambio de textos respecto a asuntos acordados, y gira en torno a un gran tema que unía e interesaba a ambos: la Biblia, sus circunstancias y sus evocaciones. Jiménez Lozano se lamenta del escaso eco que la Biblia tiene en la cultura española (salvo en la poesía) donde su propia obra es una excepción, a diferencia de lo que ocurre en otros países de Europa. Y constata, con tristeza, pero sin arrepentimiento: «Esa presencia bíblica en mi escritura es de las cosas que más me ha perjudicado como escritor, porque de este modo me he marginado, o he sido marginado, por mi temática y mi lenguaje y ciertos prejuicios ideológicos muy hispánicos». El libro da fe de que su interés por el Libro de libros no flaqueaba en absoluto.

Jiménez Lozano concebía su trabajo de escritor como una tarea casi mítica: la de levantar palabras vivas, palabras encarnadas y preñadas de verdad. Y la vida fue siempre su gran apuesta. En este pequeño homenaje póstumo de 'El Viaje de Oxford' refleja en varias ocasiones su convicción de que, a pesar de los pesares, y de la deriva enloquecida de las sociedades contemporáneas, «hay que alegrarse de estar vivo, aunque se sea el más miserable de los hombres». Y es que «el mundo está muy bien», sentencia, para añadir luego, con esa lucidez tan suya, tan pegada a la carnalidad de las cosas, «y los pájaros no hacen metafísica».

Este contenido es exclusivo para suscriptores

0,99€ primer mes

Publicidad