La palabra necesaria

Las palabras no son lenguaje, sino milagro para los absurdos órdenes de los seres. Sólo las víctimas tienen derecho a la palabra, pues la palabra de los verdugos es simplemente el ejercicio de su profesión. La palabra es nuestra víctima y nuestro verdugo. Aquello que significan las palabras habla de fantasmas que pasan de puntillas delante de nuestro silencio y se marchan, se desvanecen en frases, para regresar una y mil veces, como duendes de otras frases misteriosas, desconocidas. Si dejáramos sin significado a las palabras los fantasmas seríamos nosotros pronunciándolas, escribiéndolas y quizás lo seamos, pero entonces seríamos silencio.

Las palabras, aún las menos definibles, son un universo cerrado en sí mismo, totalmente perfecto o imperfecto –me parecen lo mismo-, incapaz de la plasticidad y energía de la vida. La palabra es una herramienta precisa y necesaria, pero inelástica por ser hija de un concepto. La palabra es hipnotismo, sueño, velo, coartada, desorden. En la palabra pronunciada hay una actitud, más de un ser en el mismo ser, una voluntad clara, un pensamiento maduro, una firme determinación. El resto es ruido.