Desde que supe que, con la edad, más que lagunas tenía lagos, me aliste a la simpleza, ese haz pequeño que devoran todos los neurasténicos que asolan la nueva política. Se vive cómodo, ligero, como Loquillo con aquello de menos ideologías y más tías, asunto ... tan incorrecto que como reparen en ello los policías de lo correcto, lo tiene claro el Loco y sus miles de seguidores, fachas sin saberlo, que cometen delito de odio desde que se levantan hasta que se acuestan.

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Más acojonado que un alcalde de la España vacía ante la avalancha de urbanitas en el pueblo que se anuncia este verano, he decidido entregarme a la policía patriótica rural. Y para no molestar a los amados líderes voy a disimular y cada vez que vea a un 'cayetano' me santiguaré tres veces o buscaré a un pariente lejano y republicano que me redima de tanta infamia. Ya lo siento no ser un pájaro pinto para limpiar y adornar mi biografía familiar.

No sé por donde empezar; quizá por cambiar el nombre a mis hijas; o a mí mismo. O renegar de mi abuelo que se llamaba de nombre de pila José Viviano Librado de la Santísima Trinidad. Qué antagonista de Lucía, la niña de Albert Rivera, cuya madre, Malú, ha compuesto una canción para el bebé con el título 'Tejiendo alas', un gerundio que no aguanta ni el más astuto de los pájaros pintos, alados o no. Quiero creer, candoroso de mí, que son cosas del confinamiento.

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