Las noticias más leídas del sábado 8 de febrero en El Norte de Castilla

La enésima ola nos sorprende pensando en la playa. La ola de los contagios, que viene acompañada de alguno de esos efectos secundarios de los que nadie habla, como la pérdida recurrente del sentido común. España vuelve a ser un país «no seguro». A ver ... quién les dice ahora a los jóvenes que tenían razón. Que en su inmensa mayoría fueron obedientes. Que sólo cuando les dijeron que ya podían contagiarse se han empezado a contagiar con alegría, con generosidad, con resultados… Excepto en lo de los cambios en el Gobierno, en la mitad de julio era difícil imaginarse una situación así.

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Como nos temíamos, las medidas que tomó en su día el Ejecutivo para reducirnos a cautiverio eran inconstitucionales. Eso dice, después de decidirlo en los penaltis, el intérprete supremo de la Carta Magna. Pero dice más: lo que tendría que haber hecho el Gobierno es aplicar el estado de excepción, en lugar del de alarma. La excepción: esa herramienta política que permite a un gobierno gobernar sin cortapisas. Casi como a la cubana: cortando internet, si es necesario, en aras del bien de la nación. Prometeo fulminado por el rayo de Júpiter Tonante.

Eso sí: tan difícil como imaginarnos esta situación nos resulta entender de qué puede alegrarse Vox. Si, como dice de él mismo, Vox es un partido democrático, debería darse cuenta de que lo que ha resuelto el altísimo tribunal es exactamente lo contrario de lo que él ha defendido a lo largo de toda la pandemia. Pero si, como otros dicen de él, en realidad se trata de un partido antisistema, tipo CUP… Entonces cualquier suceso que ponga en evidencia las contradicciones, las incoherencias, las paradojas, los disparates o las discordancias de nuestra democracia es digno de ser celebrado.

¡Hay que ver! El Estado español, desde el primer ministro del Gobierno hasta el último diputado del Parlamento, es inconstitucional. O por lo menos no se sabe la ley. Y ahora, cientos de miles de españoles multados por saltarse esa ley hacen la maleta ignorando no sólo que nueva restricción se les aplicará mañana en cuanto pisen sus lugares de veraneo, sino también qué va a pasar con sus sanciones. Si se multó y se cobró, ¿habrá cientos de miles de denuncias reclamando la devolución? Y si al final resulta que no se cobró, ¿volverá a llevar Vox al Ejecutivo ante los tribunales por dejación de funciones? ¿Por obligar a hacer teatrillo a los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado?

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Menos mal que tenemos ya las vacaciones a la vuelta de la esquina. Y que durante estas vacaciones, si no de las mascarillas, por lo menos sí nos libraremos en los telediarios de esas tres voces horrísonas, demagógicas de alto standing, que eran la de la ex vicepresidenta primera del Gobierno, la de la ex portavoz del mismo o la de la ex ministra de Educación. El rey Pedro reina, aunque no gobierne.

«En una época de confusión organizada, de desorden decretado, de arbitrariedad planificada y de humanidad deshumanizada… nunca digan: es natural», escribió Bertolt Brecht. No seré yo quien diga que todo esto es natural. Porque en verdad esto es no ya de alarma, sino de excepción. Vivimos, sin lugar a dudas, una época excepcional en un país excepcional. Y aún dicen que el pescado es caro.EN UN LUGAR DE LA MANCHA, de cuyo nombre no quiero acor

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