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Parece que en el gobierno de coalición tampoco se ponen de acuerdo sobre el asunto. Hablo del que, dicen, es el oficio más viejo del mundo. El más viejo no sé, pero seguro que es, junto al de la política, uno de los más turbios ... negocios sobre la faz de la tierra.
Es la eterna canción: ¿Control y reglamentación o indiferencia y clandestinidad?, ¿Cotizantes o personas invisibles y sin papeles? La respuesta flota en el viento y constata siempre que la represión en temas venéreos es tanto como dar coces contra el aguijón o poner puertas al campo.
No hay que rasgarse las vestiduras ni los picos pardos. El tema viene de lejos. Durante la Edad Media muchos conventos se convirtieron en casas de oración y tolerancia a beneficio eclesial. En época de los Reyes Católicos la mancebía era un negocio lícito con ribetes de regalía y constan ordenanzas del piadoso Felipe II en las que se fijaban inspecciones periódicas a los lupanares y se prohibía 'faenar' en festivo, cuaresma, cuatro témporas y vigilia, amén de otros detalles sobre indumentaria y salubridad. De la numerosa y selecta clientela ya se daba cuenta en La Celestina.
Quizá sea hora de aflorar esa economía sumergida y reconocer derechos y obligaciones a las cortesanas. Quizá así se erradique la hipocresía, la miseria y la violencia que rodea a esta mafia. No sé, pero en vísperas del lunes de aguas salmantino, entre tinto y hornazo, pediremos opinión al Padre Putas.
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