España hecha unos zorros, de Despeñaperros arriba y por la parte de Murcia, que es donde Castilla se hace huertanica. Y me da igual, lector, me da igual lo que pase en el corral cainita de las 'autonosuyas'. Va a hacer un año desde que ... me secuestraron con un perro y 363 días después me han hecho padrino de boda y tío así, de penalty. Con nocturnidad y alevosía.

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Cuando me lo contaron, como a Bécquer, lo de Igea y lo de Ayuso y lo del puñal del godo de Arrimadas 'me valió madres', que dirían en México. Voy a ser padre por persona interpuesta y desde entonces he ido quemando orfidales –un humillo simpaticón– y he mandado los antidepresivos al vertedero de la Historia, que es frase del vicepresidente segundo de harenes y quinto de Alemania. Ser padre por persona interpuesta tiene esto: que la vida pasa a tu alrededor y el tuiter y las manías, y tus enemigos te la resbalan. Ser padre, o tío, en pandemia, es un nirvana feliz y una responsabilidad que delego en los hacedores biológicos del 'bambino'.

Sólo sé que andaba yo entre calles de niebla y la llamada vino de la Castilla del Sur, y supe que mi heredero iba a apellidarse Capote, lo cual me reconcilia con esa vocación mía de novillero prematuramente calvo.

Qué España ésta de Arrimadas, que me ha hecho tío entre las brasas que dejo y los licorcillos italianos que me meto entre pecho y espalda. Cuando a tu alrededor todos son preñeces, piensas en eso del tiempo perdido y del arroz pasado. Me pongo con mi perro Lupo a ver una de Chuck Norris en Camboya: tantas emociones me estragan. Felicitadme cuando sepa el sexo.

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