Tanto va el cántaro a la fuente que ya se sabe. Ayer el Partido Popular era un apestado 'filofacha' con foto en la Plaza de Colón y muy cerca de la extrema derecha, y hoy es una solución esquiva de Pedro Sánchez para desbloquear las ... instituciones del Estado. Del mismo modo, Unidas Podemos era un socio sólido para la gobernabilidad del país, y ahora un cúmulo de desconfianza mutua, ganada a pulso, ha abierto una brecha en la relación entre los morados y el PSOE.

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La política, siempre lo hemos sabido, es el arte de lo posible, y, en palabras de Manuel Fraga, hace extraños compañeros de cama. Es decir, que un día te acuestas con uno y al día siguiente con otro, en función de los intereses de cada momento. Algo que, por cierto, se asemeja al género teatral del vodevil, siempre con múltiples puertas y siempre con un armario para esconder al oscuro objeto de la infidelidad. En este juego, el presidente del Gobierno intenta acceder a la coyunda con los dos Pablos –Iglesias y Casado–, tratando de burlar, sin conseguirlo, al uno con el otro para que no le pillen en falta.

Estamos, conviene valorarlo, ante el pacto más importante de la legislatura, un acuerdo de Estado para la renovación de los órganos constitucionales que obliga necesariamente al abrazo entre adversarios, PSOE y PP, dejando fuera de foco al partido que se sienta junto a los socialistas cada semana a la mesa del Consejo de Ministros. La culpa la tiene el Consejo General del Poder Judicial, el consejo de administración de RTVE, el Defensor del Pueblo, el Tribunal de Cuentas y el Tribunal Constitucional. Se impone, por tanto, la lógica de que los acuerdos de Estado únicamente pueden signarse entre formaciones políticas de Estado. Ahora, tras las elecciones catalanas y el próximo Rubicón de la legislatura, no es tiempo para diletantes, sino para políticos que se arremanguen y sepan perfectamente lo que hay en juego. El acercamiento ha servido únicamente, hasta ahora, para mangonear la radio televisión publica, pero el resto de las instituciones están en el aire por las maniobras en la oscuridad auspiciadas por Unidas Podemos para no quedarse fuera de foco.

A nadie medianamente avisado se le escapa que la frágil coalición que ahora nos gobierna, saltará por los aires más temprano que tarde y, desde luego, todo indica que antes de las próximas elecciones Sánchez e Iglesias, se habrán emancipado mutuamente para disputar los comicios en un espacio ideológico propio. Debe de resultar harto difícil gobernar con quienes dudan permanentemente de la calidad democrática de España y se empeñan en instalar en la opinión pública la idea de que sólo ellos representan el verdadero progresismo. Es, 'mutatis mutandi', lo que se empeña en hacer infructuosamente Vox con el PP, con la ventaja de que ambos no habitan el Palacio de la Moncloa.

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Salga o no el necesario acuerdo, lo que queda es la sensación de chalaneo instrumental de la política, el cambalache interesado que se plantea a conveniencia para seguir hasta que se agoten los cuatro años de mandato. Todo es una convención rancia de la metáfora del 'aprovechategui': pareja formal de lunes a viernes, y para el fin de semana, intento de aventura loca con el o la amante. Pedro va de Pablo a Pablo y tira porque le toca. Y en medio, los que siempre sacan partido de estas situaciones, como el PNV, que va a tarifa. Lo dijo Marx (Groucho): «Estos son mis principios pero si no les gustan tengo otros».

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