Ni se ve, ni se palpa. El ozono se ha disparado al calor de las altas temperaturas y ha empeorado la calidad del aire que respiramos. Aparentemente puede resultar inocuo, pero su inhalación puede provocar un incremento de las enfermedades respiratorias, afectar a los pulmones ... y agravar las patologías coronarias. No estamos para poner a prueba la maquinaria después de que lo que hemos pasado. Nadie quiere gripar el motor, así que aceptaremos cambiar de fase.
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Del uno al dos hay una unidad de deferencia, pero son los microgramos suficientes como para ensayar una ciudad libre de humos. Como no se puede bajar el termostato terrestre, nos toca arrimar el hombro y mover los pies. En situación dos la cosa se pone más seria y vuelven las restricciones al tráfico. Prohibido circular en el radio histórico y limitado a 30 para el resto de las vías. Eso sí, habrá aparcamientos disuasorios en puntos donde, al parecer, el ozono no ha llegado.
Un poco más incómodos y algo más saludables, pero no lo suficiente porque expulsar al coche de la zona centro no limpiará de un plumazo el aire que respiramos. Hoy tiene más que ver la canícula y la alta insolación. No es un problema exclusivo de Valladolid, una ciudad en la que, por cierto, se fabrican ya vehículos de tecnología híbrida, comprometidos con el Medio Ambiente.
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