Opiniones de un payaso
Balas de fogueo ·
Para muchos, hacer política es hacer negocio. Siguiendo la arraigada tradición picaresca, convirtieron España en una inmensa caja B de comisiones, apaños y adjudicacionesSecciones
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Balas de fogueo ·
Para muchos, hacer política es hacer negocio. Siguiendo la arraigada tradición picaresca, convirtieron España en una inmensa caja B de comisiones, apaños y adjudicacionesHace tiempo que la política dejó de ser blasón y título de honra. Ahora es estigma, sospecha y mala fama.
Este Congreso, cada vez más balcanizado, se parece mucho a un circo, con sus prestidigitadores y escapistas, sus lanzadores de cuchillos y sus domadores ... haciendo pasar por el aro a los leones de la puerta.
Para muchos, hacer política es hacer negocio. Siguiendo la arraigada tradición picaresca, convirtieron España en una inmensa caja B de comisiones, apaños y adjudicaciones. Solo eran manzanas podridas, casos aislados, gente que salía rana y oportunistas infiltrados que nada tenían que ver con el partido. Ante el goteo de causas pendientes, nadie sabrá de nadie ni pondrá su mano en las brasas candentes, esa ordalía medieval que se usaba con los traidores.
La rapiña ha sido general y se ha dado del uno al otro confín, aunque en Cataluña siempre ha sido más fácil saquear las arcas públicas. Nada como acogerse a sagrado envolviéndose en la estelada para justificar los desmanes e irse de rositas. Pujol señaló el camino.
Viene todo esto a cuento porque hoy es el día mundial contra la corrupción, como si ya no estuviéramos curados de espanto todo el año. Pero casi tan grave como meter la mano es meter la pata. Buscar el aval independentista para gobernar es hacerse el harakiri. Corrupción es también presidir el Gobierno a cualquier precio y malversar los votos recibidos a cambio de promesas que no van a ser cumplidas. Solo aspiran a una vida muelle y a un retiro dorado, único patriotismo que conocen.
Y volviendo al circo. La actualidad me trae a la memoria una parábola de Kierkegaard: un circo ambulante empezó a oler a quemado y el director ordenó al payaso que avisara al público. Los espectadores creyeron que se trataba de una bufonada y, mientras las llamas avanzaban por la carpa, no paraban de reírse.
El pacto del insomnio y el sigilo que se traen con la negociación de la investidura huele un poco a chamusquina. Están jugando con fuego y no deberíamos tomarlo a broma.
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