Algo tienen los molinos que al observarlos no sólo nos transportan, sino que también nos confunden. El propio Don Quijote de la Mancha los traspuso en su mente cuando cabalgaba por tierra. Hizo lo propio al navegar, cuando divisó los grandes molinos harineros: «aunque parecen ... aceñas no lo son, y ya te he dicho que todas las cosas trastruecan (...)». Para evitar que esto nos ocurra y con el ánimo de conservar la esencia de un vestigio industrial histórico y al borde de la inmersión, el Ayuntamiento de la ciudad de la mano de Amigos del Pisuerga ha promovido una rehabilitación justa que nos devuelve el valor de lo tradicional.
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Aunque el esplendor original y la funcionalidad están lejos de recuperarse con la actuación, sí permitirá reconstruir parte de una historia que comenzó a escribirse en el siglo XIII y se sumergió con la fuerza del caudal. Las obras de rescate de las aceñas, a la altura del Puente Mayor, contemplan la proyección de un dique aguas arriba que permitirá al paseante aproximarse al uso tradicional de una infraestructura que aprovechó la fuerza del agua para trabajar el trigo y la lana.
Es bueno poner en valor y valorar. De nada nos servirá la inversión si condenamos al olvido nuestra propia historia. Aprovechemos la oportunidad de regresar al molino que trabajó para alimentarnos y vestirnos.
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