Por si el olvido

En esto, Urueña y Díaz son iguales. La localidad, primera y única Villa del Libro española, asiste, circunspecta y sin alharacas, a la llegada de más de 20.000 visitantes cada año. Teniendo en cuenta que la habitan menos de 200 vecinos, los pasos de sus empedrados siempre son de otros mundos buscando este mundo.

Sus librerías especializadas, el Centro Etnográfico, el Museo de la Música, el de las Campanas, restaurantes con trato de amigos, su castillo, su ermita, su muralla, los colores parcelados de sus campos a vista de pájaro, el silencio buscado, la cultura sosegada…

Aprovechando un domingo de primavera adelantada, por qué no una visita a la Villa pasando por Medina de Rioseco de parada con vermú. El sol engaña porque el frío sigue incrustado en las piedras. Los campos en Urueña prenden de las nubes que dormitan sobre la muralla. El viento que llega de todos los frentes se desliza por el adarve y se cuela travieso por las puertas.

Es imposible pasear por sus calles sin recordar a Joaquín Díaz, que ahí andará, estudiando, recopilando, desempolvando…

Su etapa de cantante duró apenas una década, hasta 1975, pero fueron más de mil recitales los que ofreció al público. Tiene casi un centenar de discos propios y ha producido otros tantos de distintos artistas. 60 libros, centenares de artículos, conferencias, exposiciones. Y es que su vida, después de bajar de los escenarios, cuando aún no había cumplido los 30, ha consistido en ser buscador de tesoros. Ir a las fuentes y transmitir las fuentes con total autenticidad. Él cogía su mochila y su magnetofón y de aquí para allá buscando sonidos; y así por toda la Península, entre esos «poetas naturales de la tierra escondidos en surcos, cantando en las esquinas», que escribió Neruda.

La tradición oral se iba perdiendo y este folclorista zamorano, premiado y aclamado en todo el mundo, la recogía por los caminos. Canciones, costumbres, leyendas, cuentos… Hubo quien le llegó a llamar el 'teniente Colombo del folclore' por su labor de investigación. Viajes contra la desmemoria.

Y como siempre, la cultura no estaba en la Academia, sino entre las gentes, y este pionero, aventurero y viajero se convirtió en la memoria sonora de nosotros mismos. Cantar e investigar y enseñar a otra gente por dónde caminar.

Y así pasan, y así viven, discretamente, Urueña y Joaquín, a los que se han unido otros profesionales protegiendo músicas y palabras. ¿Para qué? «Para que cuando te levantes, de sus amores te acuerdes».