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José Ibarrola

No se olviden de lo importante

Abriendo el compás ·

«Ahora que estamos ya metidos en campaña electoral, quizá sea un buen momento para que nuestros políticos se paren a pensar en los verdaderos problemas de la gente»

Sábado, 29 de enero 2022, 00:23

Si la memoria no me falla, nos mudamos de casa cuando yo tenía diecisiete años. Fue una mudanza menor, un traslado a la calle de al lado. Mismo barrio y misma parroquia, la del Mercado. Y así, de esta manera, abandonamos la concurrida calle en la que los fines de semana la vida era muy complicada y en la que el mayor egipcio de la familia leonesista, junto con un funcionario con muchas 'luces', se movían como pez en el agua con sus amigos los discotequeros, y no precisamente por ser los paladines del baile y de las artes escénicas a lo Tony Manero.

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Aquello trajo consigo una reforma. Y todos los que hemos vivido una ñapa sabemos que nunca sale como se presupuesta y que siempre hay algún imprevisto. Aquella obra no se complicó mucho, seguramente porque mi abuelo Armando, estaba ahí al pie del cañón poniendo un poco de orden.

Hubo un día en el que fui yo en su lugar. Era verano y el calor apretaba bastante, aquella tarde tocaba picar con maceta y cortafrío la vieja cocina que pared con pared se comunicaba con la de los vecinos.

El ruido y los temblores que provocaban los golpes en la pared eran insufribles. Así que no me extrañó la visita del vecino que, asustado, pensaba que se le caía la casa encima. Hubo el típico tira y afloja con el oficial de primera y fue aquel día cuando conocí a don Ramón, nuestro vecino, un señor de los de antes y que vestía siempre muy elegante.

Don Ramón, tenía una educación exquisita, tuvo una gran carrera de éxito, en el llamado oro verde, el lúpulo. Nuestro nuevo vecino era viudo y vivía solo.

Años más tarde cuando yo volvía de Granada, en nuestros encuentros de rellano siempre me preguntaba si seguía viviendo sólo, como él, y si me manejaba bien. Yo le contaba que si iba de traje solo planchaba la camisa por delante, ya que la espalda no se veía. Él me contaba que tenía quien le ayudaba con las tareas domesticas y que por las mañanas de la que salía a comprar el periódico (porque don Ramón, siempre iba con la prensa debajo del brazo), se acercaba a El Corte Inglés donde los pescaderos que ya le conocían, le vendían y una pescadilla limpia que él, únicamente tenía que poner a cocer. «Algo sencillo, es lo único que sé hacer, esa es mi cena de todos los días, menos los lunes que no hay pescado» me decía el buen hombre. A los pocos años, falleció solo, no tenía hijos, como tantas personas mayores.

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Castilla y León vuelve a estar en la palestra. Hasta hace poco Salamanca era la ciudad campeona en el ranking de ciudades en las que viven más personas solas. León ha pulverizado el registro tomando el liderazgo con un 36% de hogares unipersonales, muy seguido por Ávila que ocupa la tercera plaza y Zamora, Soria y Burgos que están dentro de los diez mejores.

Ahora que estamos ya metidos en campaña electoral, quizá sea un buen momento para que nuestros políticos se paren a pensar en los verdaderos problemas de la gente. Desenredar esa maraña de debates estériles y superficiales que les hacen olvidar los temas realmente importantes y que poco a poco les alejan de la realidad, del día a día.

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Como ustedes ya saben las elecciones las carga el diablo y muchos de ellos esa noche, después del recuento se encontrarán como suena la famosa marcha cofrade: 'Llorando en su Soledad'.

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