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Los tiempos han cambiado, o no. La Administración en su conjunto es más realista ante la sociedad que la sostiene, o no. La política se aleja del oportunismo y el compadreo, o no. Tanto vales, tan lejos llegas, o no. Existe la igualdad ... de oportunidades, o no.
Demasiadas dudas para los tiempos que corren. Dudas, o no tanto, que se alimentan del día a día que enturbia la clase política con sus decisiones, con esa manía en retorcer la ética y la estética hasta puntos que la sociedad 'a pie de calle', la que vive esta crisis con realismo y en primera persona, aún no acaba de comprender.
Suscita intensos interrogantes hechos como los vividos en los últimos días, cuando una exdiputada nacional bien relacionada y con un currículum apreciable pero ni de lejos en el 'top' de la excelencia alcanza la cima del Instituto Tecnológico Agrario de Castilla y León (Itacyl).
Hay razones fundadas para creer, y fue denunciado por el propio partido al que pertenece (Cs), que la tela de araña armada en el entorno de la Junta desde hace años sostiene una larga lista de entidades, organismos y sociedades por las que circula una bien pagada red que forman los denominados 'puestos de confianza'.
Viene de lejos y ha afectado institucionalmente a todos los partidos. Los amigos son los amigos y los compañeros son los compañeros. Esa tupida red abarca todo tipo de áreas y organismos y sobre ella reposan con cómodos sueldos aquellos que en su día fueron considerados imprescindibles para ser completamente prescindibles más tarde.
Ni que decir tiene que el Itacyl es uno de esos organismos que bajo pomposas promesas y compromisos esconde un mundo un tanto opaco para el común de los mortales. El propio vicepresidente de la Junta, Francisco Igea, llegó a hablar de este organismo como un «chiringuito». Y ya se sabe lo que es un «chiringuito», fiesta, música, reposo y dinero fácil. Lo aseguró Igea, conste.
Es denunciar un poder instrumental tan indigesto para la tripa y ver de lleno a un 'compañero de filas' en medio del 'chiringuito', quizá bailando por bulerías, quizá con las gafas de sol al amanecer, quizá consumiendo la última gota de una botella sin alcohol, o no.
La pregunta clave de esta cuestión, la que exterioriza la realidad de lo que sucede en la política, de las capacidades que se precisan para el ejercicio público, sería si Soraya Mayo ocuparía hoy el puesto de subdirectora de Investigación y Tecnología del Itacyl si no hubieran existido tres condicionantes, al menos: pertenece a la fauna política, haber sido diputada nacional por Ciudadanos y mantener estrechos lazos con la Junta, donde su partido forma gobierno.
Esto es, si ese concurso hubiera sido de libre concurrencia (con 90.000 euros de sueldo anual como premio final) ¿el excelente, brillante, incuestionable currículum de Soraya Mayo, ampliamente vinculado con el sector agrícola, por supuesto, habría sido el mejor? ¿Cabría la posibilidad de que hubiera habido otro en igualdad de méritos o quizá alguno superior? ¿Sería la remuneración final lo suficientemente atractiva como para atraer la atención de otros 'expertos'?
Si la respuesta es que no, nada que objetar. Si existe una duda razonable al respecto, queda a debate o conciencia de los autores del nombramiento la idoneidad del mismo.
En todo caso, no se trata de cuestionar a Mayo, en absoluto; sí los procedimientos para mantener vivas unas prebendas impropias de los tiempos que corren. La sociedad, laminada por lo económico tras una pandemia que nos acerca a los tiempos de postguerra, entiende mal este tipo de actos, este tipo de nombramientos.
Claro que puede que esté equivocado, o no.
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