Han pasado 26 años desde que se publicó el primer banner (anuncio) en una página de Internet. Fue la multinacional estadounidense AT&T la que pagó esa promoción, arriesgó y ganó. Los resultados fueron indiscutibles: 44 de cada 100 usuarios que visitaron esa página hicieron ... clic en el anuncio. Cinco lustros después, las empresas valoran como un éxito que una campaña obtenga un retorno que supere el 0,5%.
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Todo tiene una explicación sencilla. Si ves algo una y otra vez, tu cerebro comienza a ignorarlo. De hecho, el verdadero trabajo de los profesionales del marketing reside hoy en lograr algo tan ansiado como complicado: su atención. Existen numerosos estudios que demuestran esta práctica, como por ejemplo el del científico disfrazado de mendigo que recaudó más dinero cuando en su cartel pidió 37 centavos en lugar de un cuarto de dólar. Los caritativos ciudadanos se fijaron en el 37, porque simplemente se salía de lo común para su cerebro. Quizá incluso más personas lean hoy este artículo por la curiosidad que despierta su título. Así funciona.
Lo importante es que esa ceguera colectiva excede al ámbito publicitario y se puede trasladar a cualquier esfera de la vida. Piense con honestidad y pregúntese cuántas personas fallecieron ayer en España por coronavirus, ¿y en el mundo? Uno de los peligros reales de la ceguera colectiva es que puede llevarnos a atender solo al drama del momento, a la última crisis, al anzuelo de las polémicas políticas intranscendentes y olvidarnos por costumbre de lo realmente importante. Debemos aprender a no morder los anzuelos.
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