Convertir las ocurrencias en categorías se ha puesto de moda. De la nueva normalidad se habla con soltura, como si lo nuevo no fuera lo contrario de lo normal. Y lo mismo se confunde a los países frugales con los países austeros, ignorando que ... la mesura de la frugalidad está en el comer y en el beber, y no en el administrar. Al menos de momento. Hasta que el diccionario venga en dar una vez más brillo a la incuria.

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Según la lista mundial, Austria y Suecia, dos de los estados que pasan por frugales en el conjunto de la Unión, están por encima de España en el índice de obesidad. Y no digamos de Italia. Otra cosa es Holanda, con su primer ministro Rutte al frente. Viendo cómo se distribuye su masa corporal (desde ese cabezón que se eleva hasta cuatro centímetros por encima del de nuestro presidente hasta sus pies tan bien plantados en el suelo), no parece difícil confundir lo austero con lo frugal. Lo frugal con lo tacaño. Lo tacaño con lo husmia, que no está en el diccionario de la RAE, si bien en Castilla sirve para hablar tanto de un tipo ruin como de un metomentodo.

No sé si Rutte será frugal o no en sus costumbres alimenticias. Su filiación familiar a la iglesia reformada neerlandesa parece indicar que sí. Y de largo se sabe que los calvinistas han sido siempre críticos con la facilidad con la que los países católicos nos entregamos a la gula. Pero de lo que no cabe duda es de que está empeñado en que los españoles, como los italianos, empecemos a aceptar que la nueva normalidad incluye, entre otras cosas, una nueva frugalidad. Frugalidad forzosa. «Finar de hambre», que decía el Lazarillo de Tormes.

En la superficie, el acuerdo sobre los fondos europeos no está tanto en el reparto, sino en las condiciones que lo acompañan. Y eso podría resultar incluso entendible. Pero en el fondo late de nuevo la interminable tensión entre el norte y el sur. Ésa misma que forzó a los hijos de la Gran Bretaña, tan al norte, a marcharse de la Unión, a causa de los excesos solidarios de sus vecinos del sur. Y por la lasitud de sus fronteras. Lo que hemos visto ayer, y lo que seguiremos viendo en los próximos días, no es otra cosa que la puesta en escena de esas grandes diferencias de temperatura que existen entre el Mediterráneo y el Mar del Norte.

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Ahora que en los Estados Unidos se queman las banderas de la Confederación, ayer signo de rebeldía y hoy de esclavismo, conforta ver que en Europa, a pesar de tan grandes diferencias, el norte y el sur se pelean por la letra pequeña del préstamo, pero siguen adelante en lo esencial. Y en los peores momentos.

Si Rocío Jurado hubiera nacido en cualquier otro lugar que no fuera España, no la habría parado nadie, dice la rapera Mala Rodríguez. A los que han nacido en el Randstad, como Rutte, les cuesta admitir que los arenques de La Haya son primos hermanos de las sardinas de Chipiona. Pero ahora que sabemos que lo que nos toca a todos es añadir de nuevo un par de agujeros al cinturón, más vale que se acostumbre a la convivencia con el vecindario. Lo que ha pasado, lo que está volviendo a suceder, no tiene otro camino. «Suavizar las penas de los otros es olvidar las propias», decía Abraham Lincoln.

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