Pocas cosas hay más normales que acabar cantando Hombres G en un karaoke. Nos lo ha recordado esta semana la Seminci, que ha vuelto a proyectar la película de David Serrano entre largometrajes lacrimógenos.

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Escuchar a la banda de Summers con Valladolid como escenario es ... más emocionante que ver a Elton John en su biopic o presenciar el holograma de Whitney Houston sobre el escenario. 'Voy a pasármelo bien' invita a ir al bar y pedir el micrófono, subirse a la barra y entonar los estribillos más berreados en España durante décadas. Aunque esto avejente a muchos lectores.

Porque si los Hombres G son el punto en común de todo melómano, encontrar un karaoke en un viernes tímido que se ha complicado es encontrar el punto G de la noche. Mezclar karaoke y 'Venezia' es prender bengalas. No se entiende lo uno sin lo otro. No hay banda sonora más aclamada entre los entusiastas de espíritu. Ya sean padres o hijos, todos aparcan el móvil para abrillantar pistas haciendo twist.

Sus letras pegadizas, llanas y sus ritmos descalabrados representan algo que ya entendemos como «una cosa normal». Lo que se admira más que nunca; ahora que lo normal ya no lo es tanto. Resulta muy revelador (tranquilizador también) que sigamos inevitablemente atraídos por lo sencillo cuando, quien más quien menos, todos hemos buscado hacer de nosotros un mito para acabar convirtiéndonos en meme.

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Cantar 'Sufre mamón' nos ayuda a recuperar el 'seny' y añorar aquello que describía con versos tan gráficos Rimbaud: «Antaño, si no recuerdo mal, mi vida era un festín en el que todos los corazones se abrían, en el que vinos de todas las clases fluían sin cesar». Porque a veces para ser absolutamente moderno basta con ser, simple y llanamente, una cosa normal.

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