Noche cubana
Con tilde ·
«La luz amelocotonada y dulce de un Sol inmenso que ducha las calles de La Habana»marta rózpide
Lunes, 20 de diciembre 2021, 07:34
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Con tilde ·
«La luz amelocotonada y dulce de un Sol inmenso que ducha las calles de La Habana»marta rózpide
Lunes, 20 de diciembre 2021, 07:34
20 de diciembre, apenas cinco días para Navidad plagadas de efemérides. Un día como hoy, Mariano Rajoy es nombrado presidente del Gobierno (2011) y la ETA asesina a Luis Carrero Blanco (1973). Pero son las cinco de la tarde y estamos lejos, en la «Castilla ... del Trópico», como la llama Peyró. Y parece que, entre trovas y décimas, aquí en Cuba cobra más importancia que hace 61 años la Fundación Juan March se hiciera con el manuscrito más valioso de nuestra historia, custodiado desde entonces por la Biblioteca Nacional: el 'Cantar de Mío Cid'.
Una tiene la sensación extraña de estar en casa de sus ancestros. La historia común todavía impregna las fachadas apuntaladas, los adoquines limados, las inscripciones de sus cementerios y los carteles de cafeterías y ultramarinos –que otrora acogieron a poetas y mafiosos–. Las asociaciones nostálgicas –como la Agrupación de Sociedades Castellanas y Leonesas–. Los grandes teatros y avenidas, con Prado y Neptuno. Los coches de los cincuenta. Las plazas. Los soportales... Cuba recuerda al glamour marchito de esa generación con 'son' –cóctel perfecto entre el 'swing' latino y el duende lorquiano– que, por fortuna, todavía queda en el carácter orgulloso e inocente de sus gentes.
Atardece en la isla. La luz amelocotonada y dulce de un Sol inmenso que ducha las calles de La Habana. La ciudad parece habitada por miles de ángeles caídos, con sus anillos de luz sobre la cabeza, convertidos en cerillas prendidas que hacen colas para comprar comida para sus cenas, caminan oscilantes y erguidos de vuelta a casa tras el trabajo o esperan de piernas cruzadas apoyados sobre el capó de un almendrón o en el portal de su casa.
Se respira una intensa calma. En una hora todo serán motas de luces blancas, balcones estruendosos, campos de minas en calles oscuras y cruces de coches sin aparente rumbo. Los colores de las casas –ese «amarillo de Cádiz con un grado más, el rosa Sevilla tirando a Carmín y el verde Granada con una leve fosforescencia de pez» que describió Lorca– van cediendo al gris plomo.
Qué extraño estar a la vez tan cerca y tan lejos de casa. Qué fácil sentirse minúscula rodeada, como Carpentier, por «la maldita circunstancia del agua por todas partes». Tanto, que una sueña que la rapte ese Cid campeador caribeño que es el 'Rey de los campos de Cuba' de Carlos Enríquez, para, sombrero y sonrisa en ristre, viajar en el tiempo y cantar con Bola de Nieve a Lope de Vega en la noche cubana
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