Del futuro nos venían al presente con la fórmula definitiva para lavar más blanco. Una y otra vez, con esa impertinente constatación de mejora imposible –como si hubiese escala capaz de graduar tonalidades entre la blancura extrema y el blanco nuclear– y con la inquietante ... sospecha de que acaso no haya mejor dádiva que la humanidad del futuro pueda ofrecernos, en caso de tener oportunidad de hacerlo: ni curas perentorias, ni recetas detalladas para lograr la erradicación de la tristeza, el sufrimiento y la pobreza, ni frases luminosas y jaculatorias con las que salvar al mundo de su desvarío. Solo detergente para conseguir blancos cegadores y colores vivos; la conquista doméstica del auténtico y cabizbajo imperio de los sentidos al servicio de la lavadora.
Publicidad
Si bien pudiera considerarse la posibilidad de que en el futuro nos tengan por sandios incapaces de comprender otra revelación que no sea la de echarle dos cacillos al cajetín de la lavadora y que apenas nos alcanza el entendimiento para digerir sus contribuciones. O eso, o los turistas que nos han de venir de ese futuro inmaculado pudieran ser precisamente los más simples de cuandoquiera que vengan; los borreguillos adocenados de su tiempo, incapaces de ofrecernos otra cosa que no sea la respuesta definitiva para hacer la colada; el conjunto equivalente a la recua de precipitados ingleses que anega Magaluf gracias al turismo de borrachera, o a la de franceses desatados que ha medrado en fama e iconografía por las callejuelas de Lavapiés durante la pandemia. Qué decepción de ser así y comprobar que los turistas más exigentes del futuro, capaces de pasearse como Pedro por su casa entre los tiempos pretéritos, acaso elijan otros presentes para solazarse e intercambiar paradojas. Qué bajón a nuestro orgullo si a este gerundio solo aciertan a asomarse, de poder hacerlo, los futuros obsesos del tendal.
Aunque quizás debamos probar sus mocasines imaginarios para reconocer que no es nueva esa tendencia constante a desaprovechar oportunidades; que hacer uso de la posibilidad de viajar en el tiempo para resolver definitivamente la colada no es menos perturbador que aprovechar la comunicación instantánea y global de la que ahora gozamos para repartir miasmas verbales y estolideces. Si nuestro presente fuese capaz de realizar viajes en el tiempo dejaríamos el agujero por el que se sume arremolinado nuestro pasado como un bebedero de patos. Y nosotros, que vivimos en los latidos de este instante potencialmente sublime, no dejamos de encapricharnos con cualquier tiempo pasado para acicalarnos con sus aromas o proyectarnos perezosamente hacia el futuro para aplazar todo lo posible nuestros compromisos. Somos un presente insatisfecho consigo mismo que abusa de la patada a seguir para evitar que la realidad desenmascare definitivamente sus expectativas más delirantes; un presente enamorado del futuro desde que lo concibe como la morada del becerro tecnológico que habrá de venir a salvarnos a todos; un presente hipotecado por el paraíso de las obligaciones postergadas desde que aprendimos a hacer listas con objetivos grandilocuentes y bienintencionados que siempre pueden recibir un punterazo cuando el calendario precipita la fecha de su vencimiento.
Hawking decía que si los viajes en el tiempo fueran posibles estaríamos desbordados de turistas del futuro y yo creo que si no han llegado es porque los exquisitos aún desconocen que en nuestra tierra apostamos por ellos allá donde y cuando estén, incluidos el aquí y el ahora. Por eso hemos de dejar todos los museos abiertos durante una noche cada año, como faros encendidos a las orillas del tiempo, para que tarde o temprano puedan encontrarnos.
0,99€ primer mes
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.