La dichosa pandemia ha provocado la suspensión de esas casposas romerías que se celebran año tras año en honor de santa Águeda. Y no hay mal que por bien no venga.
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Flaco favor se hace a la causa con estos anacrónicos festejos repletos de tópicos ... con tufillo machista, «hoy mandan ellas»; misa, procesión y traje regional incluidos. Bien es verdad que ahora se revisten con un barniz cultural y un celofán de corrección política: Las virtudes de la mujer rural castellana, la lucha por la igualdad y contra la violencia de género.
Pero ahora, dicho sea de paso, esto del género es una cosa muy difusa. Lo digo porque el ministerio con sede en Galapagar prepara la llamada 'ley Trans' que, aunque parezca mentira, va a permitir la metamorfosis sexual a mera voluntad, sin informe facultativo, ejercicios espirituales o mudanza cosmética. El género no lo marcará el sexo, ese que viene de serie al nacer, sino el feeling, así que no indague en la ecografía ni pregunte al ginecólogo si viene niño o niña, ya se verá.
Claro que, con esto de la discriminación positiva, las cuotas, la reserva de plazas y la perspectiva de género igual me trae a cuenta dar el paso y cruzar de acera. Además, las mujeres son más listas, viven más y pueden hacer varias cosas a la vez. Todo ventajas. Así que en cuanto entre en vigor la ley, me presento en el Registro Civil, me autoproclamo mujer y me tuneo el DNI, aunque lleve barba de cuatro días y la testosterona por las nubes. Cosas veredes…
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