El nido del cuco
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Rincón por rincón ·
Los populares leoneses son hoy el ejemplo de todo aquello que no debería ser un partido políticoNo hay jornada serena ni tiempo tranquilo, no hay calma ni horizonte cuando se habla del Partido Popular de León, siempre a lo suyo, siempre enredado y enredando, tan singular, tan distinto a todo, especialista en meterse en todo tipo de líos, siempre un enjambre.
No es algo nuevo. La historia se encuentra salpicada de intrigas palaciegas cuando se habla de los populares leoneses. Es una especie de plaga que se propaga generación tras generación y que solo se calma cuando los resultados soplan de cola o cuando, con mano de hierro, se trituran cabezas hasta serenar el ímpetu de algunos militantes malcriados, como si fueran 'hooligans'.
El PP leonés es hoy, en su radiografía, un corazón en estado de taquicardia, incandescente. Tan loco en su palpitar que todo está lleno de excesos. Todo es excesivo, dramático, finalista, tremendo y terrible a partes iguales.
Desde la trágica muerte de Isabel Carrasco, nadie ha sabido gobernar esta singular aldea popular con cierto criterio. Si acaso, en los tiempos de Eduardo Fernández, una especie de alquimista de discurso bien aplomado, que supo dar y quitar a partes iguales. Quizá ese fue su secreto para no terminar en la hoguera.
Tras él, el caos, y no porque quien le tomó el relevo fuera más o menos habilidoso a la hora de llevar las riendas del partido, sino porque quienes desde hacía mucho tiempo tenían el colmillo afilado ya no podían contener su ansia de poder.
Y así está este partido en León. El Partido Popular lo ha perdido todo, o casi todo, y quienes se han mantenido tras la debacle muerden las sobras para intentar reinar en medio de la nada como si eso tuviera mérito.
Solo así se explica lo que sucede en las últimas semanas, con medio partido intentando romper las piernas al otro medio, como si se tratara de una 'vendetta' pendiente desde hace años. A Majo, un presidente excesivamente complaciente y de paciencia infinita, le han intentado destronar arrebatándole toda su capacidad de gestión.
No hay nada mejor que tener un presidente desnaturalizado, una especie de jarrón chino, amable en las fotos, pero inútil en lo ejecutivo. Y a eso aspira una buena parte de quienes le acechan un día, y otro, y otro más sin caer nunca en el desánimo.
Difícil de entender esa aspiración, mucho más cuando tras la bandera de quien se asoma desde la ladera para conquistar la colina se encuentra José Miguel González, el mismo que llevaba bajo el brazo un título de Derecho fabricado en la fotocopiadora. Hay que ser muy loco, o muy inconsciente, para, estando inhabilitado en la política, continuar asomando la cabeza como si tal cosa. Si la tropa sigue los pasos de un cantante, cómo será la tropa.
Resulta penoso el comportamiento de personajes de esta ridícula altura política, mucho, pero aún más observar en lo que se ha convertido el ejercicio público y de representación, y el PP leonés busca dar ejemplo en el peor de los escenarios posibles.
Esta lucha por subir peldaños sobre la base de triperas estrategias solo deja ver la pobreza de quienes las asumen, las ejecutan y las alientan, sea en León o en Madrid, sea desde León o desde Madrid.
Los populares leoneses son hoy el ejemplo de todo aquello que no debería ser un partido político; en realidad, son una especie de submundo que observado por Milos Forman perfectamente daría para sacar adelante una segunda parte de la mítica cinta 'Alguien voló sobre el nido del cuco'. ¿Se acuerdan? Sería delirante, seguro, tanto como la realidad que hoy rodea al PP leonés.
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