La negociación permanente
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La luz verde a los Presupuestos alivian al Gobierno de Sánchez a la hora de encarar la legislatura, pero habrá curvas peligrosasLa previsible luz verde a los Presupuestos Generales del Estado ofrece un horizonte despejado al Gobierno de coalición de Pedro Sánchez para completar la legislatura. Quizá exagere Andoni Ortuzar cuando advierte de que el mandato se prolongará «hasta el último día hábil». De entrada, Sánchez ... tiene tiempo para demostrar que su proyecto de 'recuperación justa' logra resultados visibles. Pero en el guion han irrumpido variables inesperadas que permiten afianzar el principio de que el futuro nunca está escrito y siempre encierra algunas sorpresas.
La crisis de la energía y la inflación de precios trastocan la escaleta prevista inicialmente y van a obligar al PSOE y a Unidas Podemos a cuidar con esmero su apuesta y a gestionar sus discrepancias con un compromiso de minimizar los ruidos en la guerra de trincheras que se avecina entre los dos grandes bloques políticos: izquierda y derecha. Lo ocurrido con el debate de la reforma laboral resulta un ejemplo elocuente.
La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, ha ganado una primera batalla al lograr un compromiso por la 'derogación' de la legislación laboral aprobada por el PP. Sin embargo, ahora hay que ver si en el terreno de los contenidos reales, es la vicepresidenta económica, Nadia Calviño, la que consigue apuntarse el tanto, modular la reforma y hacerla más digerible para la CEOE. El resultado será al final un equilibrio de posiciones que es la esencia de cualquier negociación colectiva.
Yolanda Díaz se juega en este envite el sentido vital de su implicación en la política. Lo va a a hacer consciente de que este desenlace condiciona por completo su tarea por intentar la recomposición del espacio a la izquierda del PSOE para ampliar el espacio de Podemos. Lo quiere llevar a cabo blindada con un discurso de fuerte impronta sindicalista, claramente afín a Comisiones Obreras, que conecta con la cultura histórica del PCE, que ofrece 'certidumbres' y que, en el fondo, busca votos en los clásicos caladeros socialdemócratas. La vicepresidenta juega la baza histórica laborista, y necesita conectarse también con una nueva izquierda y con los movimientos sociales que ya no viven esa tradicional pulsión ideológica. Pero Sánchez tampoco puede abandonar esa bandera ni regalarla en exclusiva al universo de Unidas Podemos.
Los planes de Sánchez requieren de una relativa estabilidad política para afianzarse. Pero sería un espejismo pensar que el presidente afronta un camino de rosas. El problema no vendrá tanto de sus socios de investidura, que le van a apretar todo lo que puedan. Ni siquiera del frente de Cataluña, abocado a medio plazo a una encrucijada en la que no hay término medio: o reforma del marco estatutario, pero dentro de la Constitución, o derecho de autodeterminación y ruptura.
El conflicto va a llegar sobre todo a partir del aviso a navegantes que van a suponer las elecciones autonómicas de Andalucía, en las que el PP juega la baza moderada de Juanma Moreno Bonilla. El PSOE tiene un problema muy serio en Andalucía, su histórico bastión, y en el que necesita reconstruir un espacio a medio plazo con el liderazgo de Juan Espadas, que ha ofrecido su disposición a negociar los Presupuestos regionales para evitar la dependencia de Vox. Un precedente que podría plantearse para un hipotético supuesto en el que el PP quede primera fuerza en unas futuras elecciones generales y que colocaría al PSOE como la llave para evitar la llegada de la extrema derecha a la sala de máquinas del poder. Una eventual derrota socialista podría llevar a la dirección de Ferraz y a Sánchez a repensar si hay que completar la legislatura o hay que adelantar los planes antes de ir a unas municipales más débiles y a unas generales con alto riesgo de perder el poder.
Sánchez tendrá que medir los tiempos para anticiparse a ese escenario. La ausencia de un centro liberal bisagra le obliga a depender de Unidas Podemos como socio en una futura legislatura a no ser que el PP revise drásticamente su discurso de beligerancia frontal e interiorice la necesidad de romper drásticamente cualquier conexión con Vox y abrirse a pactos con el PSOE. Andalucía será el Rubicón, también en esta discusión estratégica en el seno del centroderecha. Mientras tanto, Pablo Casado necesita primero asentar su autoridad al frente de la familia. Ahora libra con la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, una descarnada lucha de poder, no exenta de egos, que ha abierto un ruidoso frente de hostilidades internas. En política, tan peligroso es que se te apague la mecha como morir de éxito.
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