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Ha sido sencillamente prodigioso el alarde científico que la humanidad ha realizado con la puesta en marcha en menos de un año de diversas vacunas eficaces contra la covid-19, detectada en 2020, de tal modo que en 2021 la pandemia puede quedar prácticamente ... controlada.
Toda la comunidad científica ha reconocido el avance, que ha dado lugar a la más vasta operación logística de estrategia productiva y comercial de la historia. Decenas de millones de vacunas se han fabricado en un tiempo récord, y se han distribuido y aplicado a todo el orbe. Naturalmente, los ritmos a que se ha producido la vacunación en los países desarrollados ha sido muy distinto del de los países pobres, pero esta injusticia planetaria es un hecho antiguo que no deberíamos lamentar hipócritamente solo ahora: el único interés que nos mueve a los 'ricos' es la evidencia de que la pandemia no estará controlada si no llega a toda la humanidad; cualquier reservorio aislado de virus podrá ser el foco de una nueva infección o, lo que sería peor, de una nueva mutación.
La utilidad de la vacuna es una evidencia que no requiere demostración: aun con tasas de contagio muy elevadas, han dejado de morir las personas mayores, más vulnerables a los efectos letales del virus. Las fantasías e invenciones que se han ideado para desacreditar las vacunas y los procesos de vacunación no han podido omitir esta constatación: la vacuna salva de la muerte en proporciones muy elevadas, por lo que no es racional rechazarla.
Tal rechazo no es científico, clínico, sino que entra de lleno en el terreno conspiranoico, y tiene muy diversas versiones, que circulan profusamente por Internet: hay quien afirma que la vacunación sirve para inocular a todos los ciudadanos del planeta un misterioso chip que nos sometería al superior imperium de un malvado tirano, que muchos identifican con Bill Gates, el fundador de Microsoft; no faltan quienes niegan la existencia misma del virus ya que lo letal sería el nuevo 5G, con lo que la vacuna sería una pura engañifa; otros aseguran que la vacunación provocará la esterilidad de toda la humanidad, con lo que esta terminará desapareciendo. La lista es tan larga y absurda que no tiene sentido entretenerles con fabulaciones.
Lo grave es que los negacionistas que no se vacunan ni piensan hacerlo perjudican a la colectividad si no se adoptan medidas. Dificultan la inmunidad de rebaño, que requiere altos porcentajes de vacunación, y en determinadas ocupaciones pueden ser un foco de contagio. Y aunque se suscriba la idea irrevocable de que nadie debe ser vacunado en contra de su voluntad, también es defendible la tesis de que no se debe permitir impunemente que esas personas sean focos de contagio que pongan en peligro de forma sistémica la salud ajena.
Así, es preciso declarar la obligatoriedad de la vacuna en profesiones específicas, como sanitarios y docentes. Y en el momento en que todo el mundo se haya podido vacunar si así lo ha querido, el certificado de vacunación debe ser un pasaporte para poder realizar determinadas actividades. El personal que preste servicios de atención al público -en bares, restaurantes, supermercados, escuelas, etc.- perderá su empleo si no se vacuna. Y quien no acredite estar vacunado no podrá ingresar en espectáculos gregarios -cines, teatros, conciertos-, ni acudir a establecimientos de restauración. Organicen, si quieren, los negacionistas sus propios recintos para aprovechar la libertad que les ofrece un régimen democrático, pero no utilicen esta libertad para extender pandemias y damnificar a personas inocentes.
La grandeza de las libertades está en ellas mismas pero también en sus límites. Cualquier libertad de un individuo llega hasta donde comienza la libertad de los demás. Y no sería razonable que un enfermero negacionista contagiara a los pacientes de un hospital, o que un maestro contaminara a todos los alumnos de su clase. Todo esto es de gran delicadeza jurídica y moral y debe debatirse parlamentariamente. Aunque a la vista de la escasa disposición de nuestros representantes a obtener conclusiones constructivas, será muy difícil que un acuerdo sensato ponga fin a estas heterodoxias que pueden ser mortales.
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