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De la necesidad virtud
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Sánchez se propone reforzar su relato socialdemócrata pero Feijóo juega ahora con una mayor ventajaLas elecciones andaluzas han sacudido el tablero político español. El PP, fortalecido tras el envite con la mayoría absoluta de Moreno Bonilla, cree que ha comenzado ya la cuenta atrás de Pedro Sánchez. No es para nada descartable que esto sea así, hay indicios para ... pensar que el proceso de cambio de ciclo se ha iniciado. Pero año y medio en política –que es lo que queda de legislatura– resulta una eternidad para aventurar pronósticos. El presidente del Gobierno, que anunció ayer un plan de choque contra la crisis, intenta recuperar la iniciativa y dejar claro que el futuro no está escrito de antemano.
Sánchez necesita con urgencia recuperar impulso político para dar la vuelta a la situación. El ruido que genera la coalición le complica la construcción de un relato creíble más allá de determinados golpes de efecto y de que se ha envuelto en una máxima clásica de los estoicos: hacer de la necesidad virtud.
Al Gobierno le ha faltado hasta ahora una narrativa emocional de su trabajo en torno a la protección de 'los vulnerables', a las medidas para paliar la inflación, a la subida del empleo, al aumento de la contratación indefinida, al incremento del Salario Mínimo o a la puesta en marcha del Ingreso Mínimo Vital. Frente a las luces del 'escudo social' emergen las sombras de la otra cara del principio de realidad. La alarmante subida de precios, agravada por la guerra de Ucrania, lo condiciona casi todo.
Sánchez necesita pasar a la ofensiva. Tras el revés andaluz, en este momento va perdiendo en el terreno de juego. Pero el resultado aún es incierto. De hecho, el decreto-ley aprobado ayer por el Consejo de Ministros, tras apurar la negociación entre el PSOE y Unidas Podemos hasta el último minuto, busca dar la vuelta al marcador. Para ganar el partido, primero hay que jugarlo. Y aún queda tiempo.
El viento sopla todavía en contra, lo que explica en parte la desmovilización del electorado de la izquierda, y se va a requerir tiempo para que cambie esa dinámica. La cacofonía impide centrar el tiro en una agenda de recuperación de calado socialdemócrata para salir de la crisis de manera diferente a 2008. La espiral inflacionista ha roto en mil pedazos todos los esquemas y ha introducido una variable de desgaste del Ejecutivo que, después de la traumática experiencia de la pandemia, empieza a pasar factura con cierto retraso.
Por otra parte, emerge un problema de más enjundia ideológica, que afecta a la naturaleza de la coalición de Gobierno. En el PSOE un sector piensa ya en la necesidad de recuperar margen de maniobra frente a Unidas Podemos y romper la alianza para rescatar ese espacio de centro que, al parecer, comienza a conquistar el PP.
¿El problema del presidente es la entente con Unidas Podemos y sus aliados parlamentarios, o precisamente lo que necesita el Ejecutivo es una operación para volver a prestigiar esta alianza en el seno de la izquierda sociológica? La respuesta no es sencilla. No queda demasiado tiempo y hay determinadas dificultades estructurales e inercias disgregadoras. Solo se intuye que la única posibilidad que tiene Sánchez de seguir en el poder en la próxima legislatura pasa por reeditar, de una u otra forma, la alianza con Unidas Podemos, o en lo que derive el movimiento de Yolanda Díaz, y con los partidos nacionalistas. No se vislumbra ninguna otra alternativa porque una gran coalición PP-PSOE es una hipótesis que no tiene recorrido real.
En este contexto se celebra la cumbre de la OTAN en Madrid como símbolo del cambio de paradigma que vive el mundo. Se equivocaría Sánchez si pretendiera capitalizar el evento, pero no cabe duda que España se juega su imagen de solvencia en un escenario tan extremo como la invasión de Ucrania. Frente a los prejuicios del pasado, que asociaban el atlantismo con la doctrina imperialista, ahora el agresor ruso está claramente identificado.
La OTAN se convierte en una deseada estructura de defensa que proporciona una cobertura de seguridad a una Europa que vive frágil, amenazada por Putin, con una dependencia energética no resuelta y una emergencia económica a la vuelta de la esquina. Esta guerra terminará, lamentablemente, más tarde que temprano, con un acuerdo que intentará ofrecer seguridad a todos. ¿Cuántos miles de personas morirán antes de abrazar una solución pactada que no humille ni a Zelenski ni a Putin?
La prolongación de la contienda y sus secuelas presagian un otoño que puede ser muy conflictivo. En este clima de miedo e incertidumbre el centroderecha de Feijóo juega con ventaja si la izquierda no logra articular un mensaje de seguridad y confianza. La disputa se va a librar en ese territorio.
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