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Ya llegó! ¡Ya está aquí! La nueva ley educativa, la LOMLOE, se ha instaurado completamente en todos los cursos este año. Solo quedaban los ... cursos pares, pero ya la tenemos por completo para poder disfrutarla. Es como cuando estrenan el último libro o película de tu saga favorita y cierra el ciclo, ya puedes descansar y regocijarte a gusto en tu sillón.
Nos podemos olvidarnos de los estándares de aprendizaje, de los exámenes finales y de las recuperaciones de septiembre y recibir con los brazos abiertos el trabajo por objetivos, las competencias clave y los descriptores operativos.
Pero, ¿estamos preparados los docentes para recibirla como se merece?
Los profesores llevamos bailando bajo la lluvia de las diferentes leyes educativas muchos años, intentando no mojarnos, pero el paraguas que nos proporciona la administración es demasiado pequeño o está roto. Nunca es buen momento para que las cosas se pongan fáciles y poder avanzar en lo que realmente importa. La educación de calidad.
Por ahora seguimos con los vaivenes que nos pegan las diferentes normativas intentando salvar el tipo y pasar el corte institucional. Metiéndonos en una tela de araña burocrática que no tiene parangón ni final.
Hemos pasado por la LOCE, la LOE, la LOMCE y la LOMLOE en un puñado de años. No salimos de una y entramos en otra. Aún estábamos intentado aprender, formarnos con diferentes cursos para manejar la ley anterior, y de repente zasca, golpe bajo, aprende y fórmate de nuevo porque todo lo que has hecho ya no sirve para nada.
Los docentes estamos cansados de tanto movimiento de leyes, necesitamos parar, reflexionar, tomar aire y seguir adelante con nuestro trabajo que es y siempre ha sido educar.
Pero no podemos hacerlo si dedicamos cientos de horas al papeleo, a preparar los nuevos y diferentes puntos que llevan las programaciones, a reinventarnos sin saber muy bien qué nuevos inventos abrazar, y darle un vuelco de 180º grados a las materias. Cambiando por completo libros, temarios y explicaciones.
El sistema educativo así, no avanza, se estanca, diría más, no funciona.
Esta nueva ley tampoco ha contemplado que las nuevas generaciones necesitan cambios urgentes en la manera de recibir y aprender los contenidos. Son alumnos que tienen un grado de atención mucho menor que generaciones anteriores, llevan por bandera la tecnología desde su nacimiento y el aprendizaje tradicional les sume en el tedio.
Esto provoca que el fracaso escolar y el abandono temprano de la educación y formación haya aumentado en los últimos años.
Por otro lado, tampoco la LOMLOE se centra en la dificultad comunicativa que existe ente estos adolescentes y los adultos que tratamos a diario con ellos, ya sean padres o profesores.
Estamos en diferentes frecuencias y por mucho que tratemos de sintonizar, no da señal.
Esto es recíproco, si ellos tratan de comunicarse con nosotros tampoco encuentran el entendimiento o comprensión que están buscando o necesitan.
Entonces ¿cómo podemos resolver este espinoso problema y a su vez compaginarlo con la LOMLOE?
Sí es cierto que esta nueva ley viene con la obligatoriedad de adaptarse a las competencias digitales, ya que los nuevos trabajos así lo exigen, además de plantear como necesaria la igualdad de género. Las competencias emprendedoras, sociales y cívicas cobran especial importancia para poder asegurar la inclusión social, la capacidad de adaptación al cambio y la resiliencia.
Por todo esto, esta nueva ley puede estar bien planteada desde el punto de vista teórico o en el papel. ¿Y a nivel práctico? En el día a día de una aula, ¿funciona o no funciona? La realidad es concluyente, a día de hoy no.
Y es debido, fundamentalmente, a dos factores. Los docentes tenemos a lo largo de un curso escolar varios grupos de alumnos y asignaturas diferentes. Para poder desarrollar la LOMLOE con todo lo que conlleva necesitaríamos que los grupos fuesen mucho más reducidos al igual que la carga de horas lectivas. Según está formulada la propuesta actual esto es inabarcable para cualquier educador. Por otro lado está la falta de formación e información para el profesorado ante ese cambio enorme que exige esta ley.
Los docentes tenemos que estar preparados previamente para poder dignificar nuestra labor diaria y llevar a cabo nuestro cometido.
Y esto no ha pasado. Hemos ido conociendo los diferentes aspectos del cambio, de un día para otro. Prácticamente sin margen de maniobra. Lo que nos genera estrés y ansiedad.
Para poder decir que las cosas se han hecho bien, tendríamos que haber tenido un tiempo de formación y adaptación previos a estos métodos de aprendizaje. Cosa que no ha pasado.
Además del apoyo e incluso la obligatoriedad de cursos formativos impartidos desde la administración para poder enfocarnos en nuestros objetivos y realizar el trabajo con seriedad y armonía.
¿Por qué no ha ocurrido así? Pues claramente por lo que pasa siempre en los cambios de leyes educativas. Se prioriza más la política que el aprendizaje y la educación.
«Urge» hacer los cambios mientras estoy en mi legislatura porque puede que en la siguiente ya no esté y no queden plasmados. Mientras que la prioridad sea política y no educativa, el sistema no funcionará y serán parches los que se irán poniendo uno encima de otro.
Por no decir también que las personas que redacten las leyes deberían bajar al planeta Tierra y ver las realidades de los centros y por ende de la sociedad, para ver si es o no viable el planteamiento que dictan.
No podemos tener las mismas leyes educativas que otro país solo porque allí funcione. Cada sociedad y cultura es diferente y hay que adaptarse a esas premisas.
¿Cuál es la consecuencia de esta «urgencia educativa»? Un profesorado desbordado, con muchos alumnos y horas lectivas, sin formación específica, con ansiedad, estrés y haciendo lo que puede para salir del paso. Un alumnado sin interés y desmotivado porque no logra comunicarse o entenderse con sus profesores, y nada les motiva o atrae. Unas familias preocupadas por el porvenir de sus hijos. En definitiva, un futuro, azul oscuro, casi negro.
¿Cuál es la solución? Pues también es clara. Priorizar las leyes educativas al partidismo político poniendo por encima de nosotros mismos los intereses educativos del país. Es urgente reducir las ratios y las horas de docencia, que los profesores se formen, que sintonicen con sus alumnos y juntos puedan crecer.
Nuestros jóvenes necesitan que sus mayores dejen a un lado la política y se centren en ayudarles a crear y buscar el mejor futuro posible para ellos. Con una formación de calidad para así progresar en esta ¿sociedad futurista? y lograr esa quimera.
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