Musiquita

Tengo un pósit pegado al marco de mi ordenador con el número al que debemos llamar en caso de sospecha de coronavirus, y aunque es fácil de recordar entiendo a quienes prefieren acercarse a Urgencias en vez de usarlo. Sus razones, que comparto, son sencillas ... : casi todos nos sentimos algo mejor en cuanto vemos una bata blanca con un fonendo colgado al cuello, y no está claro que un telefonazo tenga el mismo efecto. Son muchos los rebotes que hemos pillado casi todos los usuarios de esas centralitas despersonalizadas que ofrecen melodías en lugar de respuestas. Pedir cita en el ambulatorio, en Hacienda o en muchos otros servicios un día atendidos por personas humanas, se ha convertido en un suplicio que justifica los juramentos. Es muy frustrante escuchar eso de «Todos nuestros operadores están ocupados en este momento: continúe a la espera», seguido de música hasta que te aprendas la canción.

No quiero decir que estas situaciones se produzcan en el 900 222 000, pero entre el resquemor que produce el sistema impersonal y el canguelo que nos entra leyendo y escuchando noticias de la epidemia, lo que pide el cuerpo es acercarse al centro de salud donde, al menos, no amansan a las fieras con estúpidas armonías.

Es posible que personándonos allí cojamos lo que no tenemos, pero las batas blancas son más tranquilizadoras que la musiquita ratonera con la que pretenden entretener la demora.

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