Después de mucho insistir, gracias al Sacyl El Norte de Castilla ha podido conocer en directo, en primera persona, a través de la mirada de sus periodistas Lorena Sancho y Sandra Santos, la realidad diaria de las unidades de críticos de nuestros hospitales. Ayer, hoy ... y mañana, este diario publica varias piezas informativas de alto valor periodístico, documental y social que muestran la cara más cruda y trágica de la crisis sanitaria por coronavirus que asola el mundo. La serie la hemos titulado 'En las trincheras de la pandemia' porque, aunque esto no es una guerra, sí hay un frente de batalla y una última línea de defensa, la que se halla en las ucis y áreas de reanimación de centros como el Clínico de Valladolid.
Del relato de lo que allí vieron las reporteras de este diario, creo que una frase dio en el clavo de lo que, con otros matices pero sin tanta contundencia, he interpretado que se produce con esta pandemia desde el primer minuto: una inmensa fractura colectiva. «Vivimos en dos mundos distintos», nos decía el médico intensivista Ramón Cicuéndez. Los sanitarios que conviven desde marzo con los estragos que causa el virus en los enfermos –más allá de la propia muerte– se sienten parte de una pesadilla entre pacientes moribundos o desahuciados y, al mismo tiempo, convidados de piedra de una peligrosa sensación de inmunidad, de que nada sucede, cuando se sale a la calle... «La gente no es consciente de la situación tan grave en la que estamos en el hospital», remarca este facultativo. Más emotiva aún es la reacción de la enfermera María Fernández, que con un nudo en la garganta recuerda lo dura que es la soledad que experimentan las personas ingresadas y, más aún, la despedida de familiares que, protegidos con un EPI(Equipo de Protección Individual), han tenido que dar su último adiós a un allegado poco antes de morir.
'En las trincheras de la pandemia'
Desde que en el mes de marzo comenzamos a temer y sufrir los desastres causados por la pandemia, tanto en la salud como en la economía de decenas de miles de personas, El Norte de Castilla y todos sus profesionales de todos sus departamentos, no solo de la redacción, se han volcado en el objetivo de cumplir con el papel social que nos es encomendado: contar lo que pasa, hacerlo con solvencia, inmediatez, rigor, jerarquía. Y comprometernos, desde nuestras responsabilidades, con la salida de esta crisis. Ese trabajo extenso, constante, vocacional, sacrificado, vinculado a la publicación, por ejemplo, de casi 900 testimonios humanos, de casi cien obituarios de otras tantas víctimas mortales en Castilla y León, quedaba cojo sin los reportajes que publicamos este fin de semana. Los echaban de menos los propios sanitarios, como así nos lo hicieron saber algunos de ellos durante su realización. Ellos son conscientes de que buena parte de lo que nos sacará de este agujero es que una mayoría de la población tome conciencia cierta, cercana, creíble, veraz, de lo que pasa en las ucis, en su mundo. Y eso no lo explica un anuncio ni un dato ni un busto parlante en una rueda de prensa. Eso lo explican cara a cara desde las trincheras el doctor Cicuéndez, el doctor Poves, anestesiólogo que también atendió al diario, o la enfermera María Fernández. Resultaba asombroso, delirante incluso desde algún punto de vista, que, con más de 6.000 muertes en Castilla y León, los ciudadanos de esta comunidad pudiesen estar informados de lo que sucedía en las uvis atestadas de otros países y no en las que atienden a nuestros amigos, familiares, compañeros de trabajo o vecinos. Nada impide que los equipos médicos trasladen constantemente a la sociedad a través de los medios de comunicación profesionales lo que pasa de verdad, la cara más terrible y destructiva del Sars Cov2.
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