Como todo el mundo sabe

Porque todo el mundo sabe ese tipo de datos geoestratégicos de la influyente república asiática, pero, por contra,parece no querer saber de la existencia de otras cosas que están más próximas y que bombardean nuestros oídos cada cierto tiempo: las promesas electorales. Ya están aquí mismo, en nuestra tierra, adelantadas como fruta que se anticipa a su temporada por la meteorología o los designios del Señor. Precampaña, ahora; campaña, en breve, y postcampaña, de cuatro años. Son los ciclos de la vida; y de las promesas políticas.

Y, esto sí, como todo el mundo sabe, los compromisos de los candidatos se cumplirán a rajatabla. Que si un cheque bebé o que si un bono joven para viajar sin desmayo en el transporte público o alquilar el zulo de tus sueños. O asuntos menos monetarios en los que se promete, tras una solemne declaración, el fin de la prostitución y de los bulos, que, como todo el mundo sabe, son lacras que pueden erradicarse con unos chasquidos, sin encomendarnos a nadie, porque nosotros, los políticos, lo valemos.

Todo al blanco, como en Turkmenistán, donde se concentra la mayor densidad de edificios de mármol, otro detalle que no es veleidad sino razón. Porque, como todo el mundo sabe, si no cumplen sus promesas allí pueden mimetizar su cara en el duro mármol y a esperar otra campaña.