Aunque baje el telón de la feria del libro siempre hay ocasión para animar a la lectura. Leer es entrar en conversación con los difuntos, decía Quevedo, así que puede sufrir con el desdichado Hamlet y descubrir por qué olía a podrido también en Dinamarca, ... armarse caballero andante como Alonso Quijano para desfacer algún entuerto o entrar en coloquio con los perros del antiguo hospital de la Resurrección de Valladolid. Nada como volver a los clásicos, nunca defraudan.
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Hoy el autor sigue los dictados de la moda, ayer histórica, mañana histérica y al editor solo le falta advertir en la solapa del libro de su fecha de caducidad. Ahora la tendencia es la del relato de ciencia ficción y futuro distópico. La imprenta del PSOE ya nos ha regalado unos cuantos panfletos de retórica mostrenca que nos auguran una arcadia de aquí a unas décadas. Aldoux Huxley ya anticipó hace casi cien años de la estúpida quimera que se avecinaba.
Y para amenizar este medio ambiente de felicidad y resiliencia, aquí combatiremos el efecto invernadero con toldos vegetales por doquier mientras paseamos por un asfalto leproso y pintado al temple o por amplios pasadizos bajo las vías del tren que harán las delicias de los grafiteros. Con pinzas en la pernera circularemos en pelotón por el carril bici al relente del Pisuerga mirando de reojo a los supervivientes del volante con la añoranza del confort perdido. Puede parecer exagerado, pero no hay retrato más exacto que una buena caricatura.
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