Decíamos ayer que a la política le salen tumores, cánceres a la democracia. Como en biología, los malos hábitos, la dejadez, las malas compañías, etc., nos conducen a la enfermedad. Ya les tengo advertidos desde este altavoz que El Norte me presta que hay que ... tener mucho cuidado con lo que hacemos. Lo que oímos, leemos, vemos, qué tertulias escuchamos, a qué periodista damos crédito, tienen tanta importancia en nuestra salud como lo que comemos.
Publicidad
El espíritu enferma, la política enferma, la vida enferma y un día nos encontramos con que el cáncer está extendido, que la metástasis alcanzó el gobierno. Y, como la enfermedad es grave, nos agarramos a un clavo ardiendo. Creemos en dioses, en pócimas, en charlatanes, en partidos extremistas, en atracadores, en el agua del Pozo de San Vicente que no impidió que mi padre muriera. Aquel que no ve futuro laboral, el que cree que fue el emigrante quien le robó su trabajo, el gran macho al que intimidan las mujeres, el que teme que España, España, España se rompa, el que no ve clara su pensión, las víctimas de la política, votan de buena voluntad al demonio.
Pero, ay, los arquitectos, los funcionarios, los catedráticos, los abogados, los que siempre chuparon de lo público, los que pasaron la vida en el chiringuito, son curanderos desalmados que saben que sus remedios son suicidas, que nos conducen al precipicio por lograr su beneficio personal. Saben que son un fraude, lo saben. Les aseguro que lo saben. Tan cierto como que hubo un dios llamado Pan que murió en tiempos de Tiberio.
0,99€ primer mes
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.