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La súbita subida de las bolsas europeas al anunciar Pfizer la efectividad de su vacuna constata nuevamente que la economía es un estado de ánimo. Ha bastado un anuncio, unos pocos indicios en el universo financiero para que se obre el milagro y Lázaro se ... ponga a caminar. Otra cosa son los acontecimientos que puedan ocurrir en el ámbito específico de la política española, donde la negociación por los presupuestos pivota sobre la llamada 'mayoría Frankenstein', condicionada por los delirios del separatismo catalán y la cuña podemita, un pozo ciego del que es imposible evadirse porque, como dicen los ingleses, el que se alimenta de regalos siempre tiene hambre, y la voracidad de estos socios coyunturales del PSOE es, por definición, insaciable, ilimitada; forma parte de su ADN.
El equilibrio inestable de la 'mayoría Frankenstein' se sustenta en la unión que procura la necesidad (la debilidad aritmética) no la afinidad ideológica o la cercanía estratégica. Aquel objetivo que Platón recomienda al hombre sabio: «procura estar con quien es mejor que tú», no es que se incumpla en el equipo Frankenstein, es que da la sensación que entre todos ellos se rehúyen con la misma inquietud de quien esquiva a un gafe. De ahí los recelos y las permanentes miradas de reojo. Los tiras y aflojas, los desmentidos. La argamasa que les sostiene unidos no procede de su entusiasmo por la Constitución de 1978 y el compromiso con la monarquía parlamentaria consagrada, precisamente, en nuestra Carta Magna. A mí me parece que la fuerza gravitatoria del actual gobierno procede de aquella carambola aritmética que convirtió las elecciones del 10-N en un minifundio de escaños. Y para probarlo ahí siguen aquellas etapas previas a la investidura de Pedro Sánchez, cuajadas de idas y venidas, afirmaciones, negaciones, de donde digo digo digo diego y lo mismo da ocho que ochenta. Un fondo de hemeroteca bien surtido. Y por parte de Podemos, igual: con escenas públicas que van del dicterio inmisericorde a la lágrima fácil. Cargos y ministerios consecuencia no de la unión de la fuerza, sino de las debilidades. Me parece que más allá de las buenas palabras y las formalidades del ejercicio institucional, entre Sánchez e Iglesias está creciendo una rivalidad fundada antes que en las discrepancias sobre la patria, en la desconfianza personal. Probablemente, cuando se observen en silencio ambos se atribuirán el mismo proverbio popular: «Aquel a quien ayudas llevándolo sobre tu espalda tratará de subir sobre tu cabeza». ¿Quién es la rana y quién el escorpión?
A pesar de los cambios generados por la globalización y la nueva política, yo creo que esa inmensa mayoría que constituye la 'tercera España' –ajena a extremismos ideologizados y sectarios– anhela ahora de verdad un gobierno de coalición PSOE-PP- Ciudadanos, más todas las fuerzas dispuestas a sumarse en esta encrucijada histórica al reto de superar el presente y ganar el futuro. Trabajo no les ha de faltar.
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