Una de las características propias de muchos jóvenes es creer en la propia inmortalidad y, aunque suene a cantinelas de mayor, aclaro que también fui joven y estúpido. Sé lo que es beber lo que no se puede asimilar, fumar lo que no se debe, ... conducir borracho y llegar a casa sin mayores contratiempos, menos aquella vez que me tuvieron que escayolar por haber caído con el coche a un arroyo de la provincia.
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Pero cuando pasaban esas cosas el único perjudicado eras tú mismo, y ninguna norma legal contemplaba la posibilidad de confinar o entubar a vecinos, familiares y conocidos por el mero hecho de haber coincidido con ellos en la calle o en el bar, mientras que volver a casa con un hueso roto solamente era un problema para el herido.He aquí la gran diferencia entre aquellas estupideces individuales y estas de ahora que pueden perjudicar a familia, amigos, conocidos y cualquiera que se cruce en el camino del transmisor.
Los últimos contagios en varios colegios mayores provocados por algunos de sus residentes, demuestran que ser universitario no basta para no formar parte del Clan de los Tontos que van sembrando destrucción por los sitios que frecuentan. Lamento decirlo pero, queridos estudiantes de grado, sois mortales; tan mortales como vuestros parientes y amigos, que pueden acabar infectados sin comerlo ni beberlo porque algunas juergas entre colegas a veces acaban en putada colectiva.
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