Rodrigo Jiménez. Efe

Morir o perder la vida

«Definitivamente la 'égalité', es decir la igualdad de todos los ciudadanos ante la obediencia absoluta, se ha hecho fuerte en las miserias del cuerpo»

Carlos Aganzo

Valladolid

Sábado, 10 de octubre 2020, 08:14

Contra la urgencia, la alarma. Frente a los tribunales, los decretos. La salud versus los derechos y libertades. La guerra de la peste es incivil. Como todas las guerras. El Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León dijo que es acorde a derecho el ... cautiverio de Palencia y de León. Así que todos a obedecer. También que el Diablo, el mítico promotor del Acueducto de Segovia, podrá seguir en su sitio, ya que no ofende a nadie. Pero lo cierto es que el tal Diablo tendrá pocas oportunidades este puente para celebrarlo dejándose fotografiar por los turistas. Porque apenas habrá.

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En el caso de Madrid, lo que diga un Tribunal Superior de Justicia parece que no es tan relevante. Aunque lo que diga sea que el decreto de estabulación de ciudadanos supone una «injerencia en los derechos fundamentales». Los madrileños que consiguieron salir ayer de la ciudad antes de que el Consejo de Ministros decretara el estado de alarma ahora piensan qué se van a encontrar cuando regresen. Dónde les esperará alguno de esos 7.000 policías y guardias civiles que empezó a desplegar por la ciudad Grande-Marlaska mientras el Presidente seguía jugando en Barcelona con el coronavirus, con la Corona y con los afectos y los desafectos de los catalanes. La paciencia se agotó antes de que la presidenta de Madrid eligiera entre una de las dos alternativas que le ofrecía el Gobierno: morir o perder la vida.

No se entienden bien los Ejecutivos. Pero menos aún el Ejecutivo y el Judicial. De cara al deprimido Torra lo que dicen los tribunales es sagrado, pero de cara a la engallada Ayuso es obvio que no. Por si acaso, y mientras termina de ajustar sus cuentas particulares con el juez García-Castellón, el Vicepresidente se aplica a la tarea de recortar los poderes de los jueces. Por decreto, en lugar de por consenso. «Cuando cometo alguna tropelía siempre encuentro algún idiota dispuesto a justificarlo con el Derecho», decía el rey de Prusia Federico II el Grande. Eso de todo para el pueblo pero sin el pueblo se lo sabe muy bien desde el primero hasta el último de los ministros de este Ejecutivo simpar. La fórmula renovada la ofreció hace unos días el titular de Sanidad: «Nos importa muy poco, es decir, nada, todo lo que no sea la salud de los ciudadanos». La salud como artículo preliminar de una nueva Declaración de los Derechos del Hombre. La salud como estado de alarma. Como estado de excepción. Como estado de sitio. ¡Ya está bien!

Definitivamente la 'égalité', es decir la igualdad de todos los ciudadanos ante la obediencia absoluta, se ha hecho fuerte en las miserias del cuerpo. Y ha impuesto su fuerza a la 'liberté' a costa de la 'fraternité'. Es por tu bien, que nos decían a los niños en el preludio de un tortazo o de una medicina amarga como la hiel. «De dónde viene la voz / que dice: y si la guerra / fuese el mal, que dice / y si fue el cuerpo el que nos hizo esto, / nos hizo tener miedo del amor», escribe Louise Glück, la flamante ganadora del Nobel de Literatura. En el nombre del cuerpo, no terminan de seguir tratándonos como a niños. Niños confusos, amenazados con la muerte y temerosos del amor. No hay derecho, en ninguno de los sentidos.

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