Mordiscos al cielo

Carlos, de apodo 'Cuco' y de Olmedo para más señas, me dejó con una sensación amarga de realidad, la que tengo desde que hace ya unos añitos atravesé el Rubicón de los 50, en una maniobra en la que no me ahogué de milagro, probablemente por nadar confiado y sin el flotador de la juventud. He pensado en sus palabras y coincido en que mordiscos al cielo, ninguno, que ahí continúa intacto, pero casi tocarlo con las yemas de los dedos, usted y yo en alguna ocasión lo hemos logrado. Pero también seguro que hemos experimentado la angustia de que el cielo se iba a desplomar sobre nuestras cabezas, como temían en la irreductible aldea gala, y eso que nunca lo hemos mordido, ni de jóvenes ni ahora de talluditos.

La última vez que sufrí esa impresión del cielo en mi contra fue al ir pronto de mañana –cosas absurdas que se le ocurren a uno– a una sucursal bancaria. Entré decidido y con aire juvenil para evitar que me dieran el trato preferente por ser mayor que anunció la banca después de la campaña 'Soy mayor, no idiota'. Pero no coló y me descubrieron al preguntarles algo de primer curso de cuál debe ser la actitud tecnológica ante tu dinero.

Por eso, chavales, es ahora o nunca, que no os imagináis cómo va esto de rápido y qué difícil es morder cuando te haces mayor y falla la dentadura de la edad.