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Mi memoria es la memoria de la nieve. Mi corazón está blanco como un campo de urces». Este versículo de Julio Llamazares, tan evocador, extraído ... de su libro, 'Memoria de la nieve', parece que procede de un mundo remoto, perdido en un tiempo legendario, como si fuera contemporáneo del Arcipreste de Hita. Pero no, Llamazares, nuestro contemporáneo, escarba en la memoria de su infancia y se encuentra con la nieve en el horizonte ocupándolo todo. Años cincuenta y sesenta del siglo pasado. El manto de nieve se extendía no sólo por las montañas, también por los pueblos y las aldeas, deteniendo el tiempo durante varios días al lado del hogar, donde los mayores de la casa avivaban el fuego.
En los primeros días de febrero, tras las lluvias, la densa capa de nieve ha sido borrada de las cumbres, salvo las pequeñas vedijas que blanquean los ventisqueros. El tiempo ha roto los viejos ciclos. Antes la nieve permanecía hasta primeros de mayo. Con suerte acaso vuelva a nevar, pero lo más probable es que el nuevo el manto blanco quedará desvanecido en unos pocos días. Como ahora. Una tragedia, no solo para las estaciones de esquí, con un futuro cada año más negro, también para los bosques y los ríos, cada vez más efímeros. Escribo en mi estudio a media mañana, a primeros de febrero, sin necesidad de poner la calefacción, como si estuviéramos en mayo. Qué bien para el bolsillo. Pero no, algo anormal pasa, algo grave está sucediendo a nuestro alrededor. Y es posible que la pandemia no sea más que una consecuencia, otra, de este desbarajuste al que estamos sometiendo al planeta. De ahí que las tesis de los ecologistas, tantas veces tratados como bandoleros, con un menosprecio rayano en el insulto, cobren cada día más consideración. El mundo que nos acoge es más frágil de lo que pensábamos y si no detenemos tantos gases, tantos plásticos, tantos abusos de todo tipo, el desastre sobre el que cabalgamos, no hará más que acelerarse.
Mientras tanto, los medios de comunicación en general sirven de altavoces a los partidos y tratan de que nuestra mirada se centre en sus desavenencias y rebatiñas, que en el fondo, no son más que pobres estrategias para conseguir más poder. ¡Pues anda que tú!, se lanzan a la cara unos a otros. Y de ahí no salimos. La política suele centrar su mirada en lo inmediato y la pandemia es ahora lo inmediato. De acuerdo, bastante tenemos con ponernos a salvo de sus efectos devastadores. Pero los políticos debieran mirar más lejos, es decir, mirar a las montañas sin nieve en los primeros días de febrero y advertir que en ellas se esconde un problema acuciante al que poner remedio.
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