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En ciertas ocasiones, las leyendas parecen hacerse realidad, pero muchas más veces acabamos descubriendo que los que se nos presentaban como sucesos verídicos no eran más que relatos legendarios. Es lo que ha venido pasando con buen número de supuestos hechos que se difundieron y ... siguen propagándose como noticias: así, la historia tan reiterada –y bien conocida por los estudiosos de la cultura popular– acerca de la mascota que resulta ser algún tipo de animal salvaje. Y, ahora, justo tras los momentos excepcionales que hemos vivido, surgen esas narraciones de quienes dicen haber visto un cocodrilo en las riberas del Duero; gigantesco y del Nilo, aseveran otros: de un metro y medio, de dos o de tres –hay quien ha aventurado–, a juzgar por las hipotéticas huellas de la bestia dejadas en las orillas del río a la altura de Pesqueruela.
Allí, donde Pisuerga y Duero se encuentran, habría emergido de las aguas un monstruo, un voluminoso saurio, una enorme y fantástica criatura, un réptil fabuloso, casi un dragón. Las habladurías a propósito de la familia de vertebrados que se arrastran o reptan son inmemoriales. Y esa mala fama viene de antiguo, tanto como su relación con tesoros enterrados, cuevas o ruinas de vetustas ciudades y civilizaciones. Hay, en este sentido, una identificación difícil de esquivar entre su papel de guardianes de riquezas ocultas y el valor simbólico de tales seres en cuanto vestigio de épocas remotas. O como testimonios de un subterráneo pasado que, mediante ficciones sobre determinados lugares, nos hablarían de creencias y deidades paganas.
También, y como ya señalé en mi libro 'Leyendas populares de España' (2008), los relatos populares en torno a misteriosos lagartos o mágicas sierpes suelen hallarse intrínsecamente ligados a la mujer y las emanaciones propias de su cuerpo. Solamente ha faltado que el dragón visto cerca de Simancas se hubiera manifestado ante una doncella (manca o no) para que la historia poseyera todas las marcas de las demás narrativas de este género. Porque, de Tordesillas o Medina de Rioseco en Valladolid a Santiago de la Puebla en Salamanca, de Valencia a Córdoba, abundan por nuestra geografía las leyendas de inmensos lagartos cuya disecada piel –con frecuencia de cocodrilos auténticos– se conservaba, para dejar constancia de la veracidad del suceso, entre los sagrados muros de ermitas, sacristías e iglesias; así como perdura el vago recuerdo de que estos monstruos comparecían –a menudo- en escena persiguiendo o pretendiendo raptar a una joven. Cuentan que en el templo de San Ildefonso de Jaén se mostraba el pellejo de un reptil que la gente identificó siempre con el lagarto de la Malena o cueva de la fuente de la Magdalena. Hasta que un deán de la catedral jienense mandó retirar la macabra carcasa, no sin calificar de 'historieta sin crédito' a aquello que se decía del saurio salido de ese mítico manantial.
Todo puede resultar creíble, hoy, según yo escribía no hace mucho en estas páginas después de los inusitados acontecimientos que han ocurrido. Y, como en etapas históricas en que tuvieron lugar inesperadas catástrofes o turbulencias sociales de colosal magnitud, proliferan las narraciones referidas a monstruos inverosímiles, bien por los caracteres que se les atribuyen o por lo inusual de su presencia en un contexto dado. Esto acaece en el caso de nuestro monstruo que, además, ha generado todo un ciclo de chistes y humor gráfico en las redes. Conviene recordar, como ejemplo de lucidez, ya que encierra al tiempo una alusión al relato y su interpretación, la siguiente gracieta en forma de advertencia para la post-pandemia: «Vallisoletanos, recordad: 1 cocodrilo de distancia». O esa otra imagen en que un cocodrilo contesta al reportero con un micrófono entre sus fauces: «¿Ha venido usted al Duero de vacaciones o por trabajo? Pues Nilo uno Nilo otro». Hasta coplas le han sacado al animalito: «Se va el caimán,/ se va para Tordesillas./ Se va el caimán/ que le han visto por la orilla./ En Valladolid comentan/que anda suelto un caimán./ Con la mierda que lleva el río/ muy poco nos va a durar». ¿Desahogo cómico? ¿Bulo o noticia? ¿Invención o extraña anécdota? Veremos si, al final, este curioso episodio es un hecho real o mera leyenda…
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