Monaguillos del poder
Dados rodando ·
«El que alguien se anticipe a tus deseos debe resultar magnético para quienes necesitan demostrar su poder a cada paso»Secciones
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«El que alguien se anticipe a tus deseos debe resultar magnético para quienes necesitan demostrar su poder a cada paso»Cada vez son más numerosos y resultan ser más eficientes, extremadamente serviciales en su trabajo. Se les ve a la legua, siempre cercanos al poderoso –o supuestamente poderoso, qué esa es otra–, prestos a descodificar una mueca, una mirada, a traducir en deseos una sola ... palabra mascullada entre dientes. Saben que su supervivencia, y, por tanto, su estatus y su salario, dependen única y exclusivamente de la voluntad de su jefe; de cómo se haya levantado esa mañana, de la manera en que haya hecho la digestión o de la situación de tranquilidad y sosiego que experimente en su esfera intima y familiar. Un batallón de asistentes a los que no se les cae de la boca la palabra «presidente» o «director», en función del cargo que desempeñe el interfecto a quien prestan servicio en el mundo de la política o de la empresa, que en esto tanto da.
Todos hemos conocido a estólidos de libro que aumentaron su nivel de estupidez a raíz de escuchar decenas del veces cada jornada el cargo que ostentaban. El que alguien se anticipe a tus deseos debe resultar magnético para quienes necesitan demostrar su poder a cada paso. En una ocasión tuve que entrevistar en televisión a un político latinoamericano candidato a la presidencia de su país, (permítanme que no revele el nombre). Cuando llegó al plató, rodeado de edecanes, uno de sus ayudantes abrió un maletín y extrajo una botella de agua mineral lacrada que depositó en la mesa al tiempo que retiraba la que el equipo de producción de la cadena había preparado. Tuve que decirle que las dos botellas que aparecían en el plano, la del entrevistado y la mía, debían ser iguales por razones de gramática audiovisual y que no se preocupara porque nadie quería envenenar a su jefe. Muy convencido no debió quedar cuando encontró la solución cambiando la botella destinada al invitado por la mía.
En otra ocasión entrevistaba al vicepresidente de la Generalitat de Cataluña (omitiré también el nombre) y llegó a las instalaciones televisivas en una caravana con ¡cinco coches! repletos de gente. Nunca nadie ha acudido tan pertrechado a un programa. Asesores con carpetas, diversos, ayudantes, miembros del protocolo, una pléyade de personas con el único propósito de agradar a su jefe aun a costa de caer en el mas absoluto de los ridículos. Pero esto ocurre y es algo consentido por quienes se sienten a gusto en su papel servil de 'Ángel Siseñor', aquel inefable personaje de los tebeos de nuestra infancia. Observen ustedes la visita de cualquier preboste a una feria de turismo o de cualquier otra actividad. Reparen en que alrededor del sujeto en cuestión pulula un enjambre variopinto cuya dimensión corresponde al grado de mando del protagonista. No piensen solo en políticos, porque también pueden ser gerifaltes de grandes empresas con mucho poder. Comprueben cómo los electrones alrededor del núcleo no pierden nunca el contacto visual con
la masa de protones y neutrones que encarna su jefe, por si un mohín, un gesto de desagrado o un fruncimiento de ceja, exige de ellos una respuesta inmediata. Se trata de monaguillos que resultan siempre ser mucho más papistas que el Papa, ayudantes o auxiliares felices de haberse conocido, personajes en la sombra que se conjuran para que brille el líder con cuya luz parecen dotar de sentido a su existencia. Hay muchos, cada vez más, y quienes recién llegados a los cargos públicos caen en las redes de este encanto fatuo, generalmente no vuelven a ser los mismos. Una lastima.
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