![Lo que modera el poder](https://s2.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202002/20/media/cortadas/iglesias-kPNF-U100209992834tP-624x385@El%20Norte.jpg)
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No me negarán que resulta enternecedora la sorpresa de algunos ante la actitud de los cargos de Unidas Podemos una vez instalados en el poder. Lo que antes fue revolución, llamadas a asaltar los cielos, críticas acerbas al Rey, planes para nacionalizar sectores productivos, ... abolición de algunas ventajas fiscales y toda una panoplia de medidas típicas de cualquier manual de recetas clásicas de izquierda radical, es hoy una actitud muy diferente por mor del irresistible efecto moderador de sentarse en el Consejo de Ministros.
Los elegidos para la gloria podemita ya visten de otra manera, acorde con sus nuevas responsabilidades, aplauden al monarca en actos públicos y se refieren a él por su papel institucional, obviando el «ciudadano Borbón», que tanta predilección causaba al hoy flamante ministro de Consumo, Alberto Garzón. A medida que van contagiándose de la inmarcesible realidad, comprenden que las cosas son como son y no como les gustaría que fueran.
El tener acceso a las cuentas publicas en detalle, conocer los presupuestos, saber qué dinero hay disponible en la caja y qué cantidades faltan para desarrollar todos los planes puestos negro sobre blanco en unas propuestas solo posibles porque el papel lo aguanta todo; eso es lo que les arroja directamente en los brutales brazos del pragmatismo propio de quienes experimentan en carne propia que una cosa es predicar y otra muy diferente dar trigo.
Los representantes del llamado estáblishment que han tenido la oportunidad de reunirse ya con ellos cuentan, y no paran del baño de realidad, que los nuevos responsables han asimilado en tiempo récord y como han podido comprobar de cerca que los banqueros, empresarios y representantes profesionales que lideran la sociedad no son necesariamente la encarnación de todos los males sin mezcla de bien alguno. Incluso les han parecido simpáticos y buena gente, como se lo ha parecido Felipe VI en cuanto han tenido la oportunidad de intercambiar unas palabras con él.
Una cosa son las tiendas de campaña del 15-M en la Puerta del Sol de Madrid, y otra muy diferente la situación actual con vehículos oficiales, conductores, amplios despachos, secretarias, asesores, asistentes y toda la parafernalia propia del poder. La realidad se percibe de manera muy diferente a uno u otro lado de las acampadas. De momento, ya saben que fuera del paraguas protector de la Administración, con sus sueldos y complementos, hace mucho más frio que a su abrigo.
También, que aquello que pretendían derogar, suprimir, eliminar, e incluso aniquilar, tiene contraindicaciones que es preciso tener en cuenta. La revolución necesita sus procedimientos y en el camino a su consecución se cruzan muchos imponderables de los que únicamente se cobra conciencia cuando se llega al territorio donde se toman las decisiones que nos afectan a todos. Las cosas no son tan sencillas como parecen y dar la vuelta a las situaciones unas veces es extremadamente complicado y otras resulta absolutamente imposible.
Con todo, lo peor para muchos de ellos es la mirada de extrañeza y desconfianza que perciben en algunos correligionarios que ayer estaban a su lado rodeando, por ejemplo, el Congreso, y hoy contemplan como la suerte se ha repartido mal para los que no gozan de los privilegios del poder. Ellos constituyen ese espejo en el borde del camino del que hablaba Stendhal. Por eso, en el fondo, lo que más les duele es que les digan, con razón, que han ingresado en la casta, la misma que tanto denostaban cuando viajaban en metro.
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