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El mundo Occidental -Estados Unidos, Reino Unido y la Unión Europea- ha comprado la mayor parte de las vacunas fabricadas o en proceso, con notable abandono del resto del planeta (lo cual, a medio plazo, generará gravísimos problemas), pero la situación de los tres ámbitos ... con relación a la pandemia es muy distinta, a pesar de que Trump jugó con la vida de sus ciudadanos y les causó daños irreversibles que la historia le reclamará. La diferencia existe, fundamentalmente, por el diferente ritmo de vacunación: según datos actualizados a 23 de marzo, en el Reino Unido se han administrado 44,6% dosis por 100 habitantes, los Estados Unidos 38,2; Alemania ha administrado diez dosis por cada 100 personas; Italia, 9,9; Francia, 9,5; y España, 10,5.
En los Estados Unidos, la vida es hoy mucho más normal que en la UE, donde persisten las restricciones. Y en el Reino Unido se sigue la pauta terapéutica norteamericana y se aplican restricciones semejantes a las europeas. Como escribía 'La Vanguardia' ayer, las situaciones son distintas: «La Unión Europea se muestra con casos crecientes de coronavirus y entre restricciones que van a más. Al otro lado del Atlántico y el Reino Unido con contagios que caen y caen y que incluso tienen un reflejo positivo en su economía».
En la UE, el único país que ha conseguido tasas de vacunación de más de 20% es la díscola Hungría, que ha optado por adquirir vacunas rusas y chinas, que se suman a las que gestiona Bruselas. Y Bruselas está demostrando una conmovedora ineficacia, que obliga por fuerza a recuperar las críticas que se han hecho a menudo a las instituciones comunitarias, burocratizadas y bien poco eficientes. No será por falta de iniciativa ni por desgana a la hora de gastar recursos: la Comisión Europea tiene firmados contratos con AstraZeneca (400 millones de dosis), Sanofi-GSK (300 millones de dosis), Johnson & Johnson (400 millones de dosis), BioNTech-Pfizer (hasta 600 millones de dosis, si bien ya se han confirmado la entrega de 500 millones), CureVac (405 millones de dosis) y Moderna (160 millones de dosis más otros 300 reconfirmados). Pues bien: pese a esta desmesura, los contratos no se cumplen y a la más mínima duda se interrumpe la vacunación, sin ver que, dada la magnitud de la pandemia, hay que tener grandes certezas para detener el flujo vacunal por la aparición de efectos secundarios de una importancia ínfima.
La falta de vacunas se suma a una absurda ausencia de iniciativa a la hora de orientar la solución conjunta de la pandemia. De la misma manera que los Estados han consensuado con sus regiones las medidas adecuadas, hubiera sido razonable que los Estados hubiesen pactado las tendencias y establecido algunas normas para encauzar la movilidad de forma coherente. La obsesión de Von der Leyen ha sido mantener Schengen en vigor, cuando es manifiestamente absurdo que se cierren los países al tráfico interior y se permitan los viajes a otros estados (los alemanes en Baleares y los jóvenes franceses en Madrid son la prueba de una gran desorganización). Es más: la UE debió haber establecido hace tiempo en su seno un gabinete de crisis formado por expertos que aconseje medidas preventivas, sanitarias y de protección civil, que hubiera recomendado hace años la disposición de material sanitario para atacar una pandemia, cuyo riesgo era escaso pero no -como ha podido verse- inexistente.
La falta de vacunas y la parsimonia con que se reclaman y administran tendrá un efecto seguro que ya avisan los especialistas: en modo alguno será posible reavivar el turismo internacional en verano. Las tasas de vacunación relevantes que produzcan inmunidad de rebaño -60-70%- no llegarán hasta finales de año, como pronto, y es muy probable que las tasas positivas de crecimiento que aún figuran en las previsiones para 2021 hayan de ser revisadas fuertemente a la baja. Y la causa será una suma de incompetencias que están bien a la vista. Para exasperación general.
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