El ministro y los pecados de la carne
El espigón de Recoletos ·
Dado que este paupérrimo escenario aburre ya a las culebras, Garzón ha inventado la política audaz para animar un poco la cosaSecciones
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El espigón de Recoletos ·
Dado que este paupérrimo escenario aburre ya a las culebras, Garzón ha inventado la política audaz para animar un poco la cosaLos pecados de la carne, que son la carne de nuestros pecados, traen de cabeza al ministro de Consumo y a la opinión pública toda, que dijo en el diario británico 'The Guardian' el pasado 26 de diciembre que «las macrogranjas contaminan el suelo, contaminan ... el agua y luego exportan carne de mala calidad de animales maltratados». España, siempre a sus cosas, se ha levantado un frío día de enero con un tuit de Mañueco y ha descubierto que los gorrinos hacinados en naves industriales –ganadería intensiva en su máxima expresión– sufren y contaminan con sus purines el medio ambiente. El personal lo sabía, porque a los niños se les enseña todo esto en el cole, pero tiene que jugar a descubrirlo.
Ahora, los cochinos y sus excrementos andan en boca de todos: unos se rasgan las vestiduras porque hay elecciones, otros convierten a Garzón en mártir de la causa animalista y ecologista, que vive de lo que dice de vez en cuando en el sex-living de la política. Alguno ha recordado que el hombre rural y de provincias es el gran olvidado desde que lo dijo Delibes, y por eso agricultores y cazadores se van a echar a la calle el 20 de marzo con sus vacas, cabras y cerdos, para defender un mundo autóctono que agoniza.
Mientras, el españolito ha visto cómo su salario ha perdido poder adquisitivo, según estudio de la Fundación La Caixa publicado ayer por los profesores Olga Cantó y Luis Ayala: sueldos congelados, convenios colectivos caducados, IPC disparado, despertar abrupto de la inflación, cronificación de la desigualdad… Dado que este paupérrimo escenario aburre ya a las culebras, Garzón ha inventado la política audaz para animar un poco la cosa: el arte de la opinión pública como recalentamiento de titular que no conduce a nada, salvo a la perpetuación en el poder de señores que hacen apetito con la carne… y el demonio.
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