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Intentar abstraerse de la vida política ahora es, sin dudarlo, una de las tareas más estériles de todos los tiempos. Me cuentan que hubo una época en la que uno se dejaba gobernar, no por María Cristina, como entonara la popular guaracha, sino por auténticos ... referentes de la democracia española. Entonces, era condición sine qua non la madurez para ejercer la noble tarea de gestionar lo común.
Hoy, ese carisma ha desaparecido para dar paso a una soberbia y una prepotencia desmedidas. La nueva política tiene mucho de artificio y nada de autocrítica. Las malas artes han conseguido desdibujar las fronteras entre los poderes legislativo, ejecutivo y judicial. Para desgracia de cada uno de los estamentos, la política de la media verdad ha contaminado todo.
El Ministerio de 'me da igual' se erigió como defensor de la mujer y de los menores. Nos vendieron que podíamos volver solas y borrachas a casa, pero no nos advirtieron de que sería con unos cuantos delincuentes sexuales pisándonos los talones. Y no será porque no se les advirtió, pero, da igual, porque las huestes de la presunta igualdad se enfrentarán sin piedad al ejército de machistas indocumentados. Nadie enmienda un craso error de consecuencias indeseables.
Por si esto fuera poco, podemos seguir subiendo el listón de ofensas desde una perspectiva de género. Si no se remedia, el maltrato animal se penará de la misma manera que el delito leve sobre la pareja. Y parece que da igual.
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