Ocho meses después de la muerte de la reina Isabel, empieza la semana de la coronación de su hijo mayor. Históricamente, en Inglaterra, el nombre de Carlos no trae memorias de buenos monarcas. El primero fue ejecutado por perder una guerra civil que él mismo ... había provocado. El segundo tuvo once hijos, pero desgraciadamente ni uno fue parido por su mujer y no dejó heredero al trono. Nombres como Enrique o Jorge son más populares por ser evocativos de épocas doradas o, aun mejor, Isabel y Victoria, nombres vinculados con tiempos espectaculares, de la Armada Invencible o la revolución industrial…
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La última coronación, la de Isabel II, fue hace 70 años, en 1953. Era la posguerra y el país se estaba reconstruyendo. La economía estaba en pleno crecimiento, todos trabajando, ganando más que nunca. Además, recientemente, el gobierno laborista había establecido la salud pública, pensiones de jubilación, beneficios de desempleo, la Social Security, y todo funcionaba de maravilla. Fue el mejor de los tiempos, los Beatles y la revolución cultural estaban esperándonos, justo a la vuelta de la esquina. El futuro era nuestro.
Esta vez toca el peor de los tiempos. El Reino Unido está en graves apuros. El gobierno populista, compuesto por una banda de oportunistas multimillonarios, arrogantes, ineptos y corruptos, llevan años al mando. El Brexit es un desastre, la enormidad del error está a disposición de los que quieran verlo. Encima, los servicios públicos están en ruinas, víctimas de los brutales recortes de los conservadores. Todos están en huelga, los doctores, los ferrocarriles…
Al contario de Rishi Sunak, Boris Johnson y tal, cuyos sueldos se han incrementado alrededor de 130% durante la crisis, el trabajador medio ha visto su propio sueldo perder una cuarta parte de su poder adquisitivo. Decir que la gente siente un tremendo disgusto es decir poco, porque es peor: ha perdido la fe en el sistema.
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Carlos lleva toda la vida esperando su gran día, el próximo sábado, en la Abadía de Westminster. Malos momentos, entonces, para sufrir no uno, sino dos desastres de relaciones públicas. El periódico 'The Guardian' ha revelado que tiene oculta una riqueza personal de 2.000 millones (2.260 millones de euros), como si fuese un político más. Y su hijo menor, Harry el rubio, le ha acusado de no dejarle denunciar a 'The Sun', el gigante de la prensa sensacionalista, para no ofender a su dueño, Rupert Murdoch, el que de verdad manda en Gran Bretaña.
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