Secciones
Servicios
Destacamos
Hay territorios en el mundo destinados, no se sabe por qué frívolos dioses, a ser escenario de los grandes eventos que han hecho temblar la felicidad humana y cambiar el rumbo de la historia. El istmo de Suez, la sutil franja de tierra que une ... África con Asia y fue puerta de entrada de homo sapiens a Europa, se convirtió en uno de los lugares estratégicos más codiciados del mundo hace un siglo y medio, cuando el empresario francés Fernando de Lesseps logró abrir un canal navegable por el mismo trazo que los faraones de Egipto habían proyectado dos mil años antes. Diez años de trabajos forzados duró aquella obra colosal, en la que murieron unos 20.000 trabajadores. El caudal petrolífero de los países del Golfo Pérsico y las manufacturas asiáticas encontraron el camino propicio para su transporte hasta Europa. Hitler no logró cortar ese tráfico protegido por los ingleses, y los israelíes cedieron a Egipto el beneficio y el dominio del Canal a cambio de una paz acordada tras la guerra del Sinaí.
En la madrugada del pasado 23 de marzo soplaba allí un viento huracanado, escondido tras la tiniebla nocturna, un gran cachalote de metal con sello de la marca Evergreen, cuatrocientos metros de eslora y 224.000 toneladas de contenedores sobre sus costillas, perdió el rumbo y encalló en las arenas del desierto egipcio. Una veintena de remolcadores trabajaron hasta lograr reflotarlo, con la ayuda de las mareas altas provocadas por la atracción de una sizigia (fenómeno astral de la alineación del Sol y la Luna con respecto a la Tierra), y llevarlo hasta el Gran Lago Amargo para abrir paso a los buques de transporte, casi medio millar, que esperaban vía libre para seguir su rumbo hacia los grandes puertos de Europa.
Ese cordón umbilical de Suez entre oriente y occidente, por donde pasa cada día el diez por ciento de las mercancías transportadas en todo el mundo por vía marítima, estuvo cerrado por vez primera en su historia a causa de un fallo técnico, quizás aviso de un problema que pone en peligro las cadenas de suministro de mercancías de larga distancia, y anuncio tal vez de que tales riesgos marcan el comienzo de una nueva etapa del comercio global. La semana escasa empleada en reabrir el tránsito de barcos por el Canal evitó un incremento en cascada de incertidumbres y pérdidas, que hubieran repercutido de inmediato en las cotizaciones de las bolsas de valores y del precio del petróleo. El transporte de mercancías en enormes contenedores goza un periodo de prosperidad y de altos, precios a causa de la sobreproducción china y la desmesurada demanda europea.
El economista e historiador Marc Levinson, autor del libro 'Fuera de la Caja: cómo la globalización cambia de mover cosas a difundir ideas' sostiene que los descomunales cargueros como el Ever Given, el grueso de la flota mercante mundial de estos últimos años, han complicado la gestión de las largas cadenas del comercio global. Esos barcos, algunos de los cuales transportan hasta 12.000 camiones, navegan más lentamente que sus predecesores. La complejidad de las operaciones de carga y descarga dificulta su operatividad y la gran cantidad de contenedores que transporta un solo barco enreda los trabajos de carga y descarga en los puertos que retrasan las entregas. Levinson llega a la conclusión de que «los barcos de la próxima etapa de la globalización del comercio que transporten contenedores llenos de cosas ya no estarán en el centro de la historia», y vaticina la desaparición de los gigantescos cargueros.
La clausura del Canal de Suez provocada por el Ever Given tuvo un antecedente en junio de 1967, durante la Guerra de los Seis Días. Quince barcos con banderas de varios países europeos y de Estados Unidos que navegaban por el Canal quedaron atrapados por el fuego cruzado en aquel conflicto bélico entre Israel y Egipto, sin posible salida tras el hundimiento de varios buques con los que el ejército egipcio había taponado la navegación. Los barcos rehenes, cubiertos por las arenas del desierto y abandonados de sus tripulaciones, formaron en su inmovilidad durante casi una década la llamada 'Flota Amarilla', bloqueados en el Gran Lago Amargo. A pesar del tiempo transcurrido desde aquella Guerra del Sinaí, el ejército egipcio no ha logrado aún esconder la cólera tras su derrota ni los restos de la destrucción total de sus bases por la artillería y la aviación israelíes. Cerca de Port Taufik, puerta de entrada al Canal desde el Golfo de Suez, contemplé con estupor las carcasas de los carros de combate egipcios semienterrados en la arena del desierto del Sinaí, víctimas de los tanques T-5 israelíes en aquella guerra-relámpago que cerró el tráfico marítimo por el Canal durante ocho largos años. Por la bocana del Port Taufik desfilaban ante mis ojos aquellos mastodontes marítimos, los portacontenedores que escondían en sus vientres de hierro las mercancías que anhelan los habitantes del continente euroasiático, desplazando con lentitud animal las materia primas o elaboradas de un consumo frenético y escasamente feliz, una metáfora quizás alumbrada por las leyes del mercado.
Regreso hoy a esta parcela periodística dominical de opinión, con la nostalgia y las dudas del viajero que torna a casa tras una larga y reflexiva convalecencia. No hay mejor cura de la incertidumbre humana que el aviso de un peligro vital, anunciado así por el poeta: «si vemos lo presente /cómo en un punto se es ido y acabado,/ si juzgamos sabiamente/ daremos lo no venido por pasado».
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.