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No creo estar exagerando si afirmo que este miércoles estamos asistiendo a un cambio importante en el mundo. El final de la presidencia de Donald Trump en los Estados Unidos implica un cambio directo o indirecto para la sociedad internacional y, por supuesto, para la ... vida de muchas personas que, en definitiva, es lo que más importa. Quienes sigan en directo la ceremonia del relevo en la Casa Blanca vivirán en vilo unas horas ante el temor de que el expresidente quiera despedirse con alguna barbaridad más entre tantas como cometió durante su mandato. Lógicamente, esta mañana las miradas, la atención y la esperanza, estarán puestas en Joe Biden, el sucesor, y de su compañera de ticket electoral, la vicepresidenta Kamala Harris Pero también habrá muchos que dediquen algunos minutos a recordar al gran ausente, en su mayor parte sin nostalgia, pero también habrá algunos aprovechando la oportunidad para imaginarse cómo Trump estará metabolizando desde la distancia de su residencia privada en Florida, el golpe de la caída.
No se ha hecho acreedor ni a comprensión ni a conmiseración. Aunque ya pagó con creces en las últimas semanas sus errores, muchos insanos y malvados, le queda metabolizar el fracaso de su prepotencia. No debe de ser fácil: ejercer de dueño del universo, mirando con desprecio a todos los demás, ahora se le está juntando el dolor de su fracaso, que ni siquiera supo asumir con dignidad, y el abandono de sus fieles. En menos tiempo que el que se tarda en comentarlo se fue quedando sin colaboradores, multiplicando los enemigos, y él, que presumía de ganar siempre cual ser superior, ahora acumulando derrotas.
Por más que pataleó, buscó caras influencias, recurrió a todo género de triquiñuelas para intentar cambiar los resultados electorales, lo que consiguió es que la Justicia en todos los niveles le dejase sin razones. Todo para terminar recurriendo a la fuerza para derrotar a la democracia que había conseguido derrotarle a él. Al expresidente Trump no le queda ni siquiera el orgullo que exhiben sus predecesores, cuyas personalidades han sido y son respetables, prestigiosas y admirables donde quiera que se encuentren.
Trump se ha vuelto un sujeto despreciable, que además de haberse quedado sin poder, también se ha quedado sin voz: los medios de comunicación que le apoyaron incluso ante sus mayores desafueros, como la cadena VOX y el periódico New, le han abandonado y, lo que para él fue el recurso más valioso para defenderse y atacar a los demás, las redes sociales Facebook o Twitter, le han cancelado sus cuentas y cerrado el micrófono.
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