![Mercachifles de votos](https://s3.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/201906/14/media/NF0LYIE1.jpg)
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Estos días todos negocian los ayuntamientos y algunos como el exconseller Forn, aún en la grillera, volverán el sábado a Soto del Real al acabar el pleno de constitución del Consistorio barcelonés. Como en aquellos milagros bíblicos y a pesar del guirigay y del cambalache ... de voluntades, este fin de semana los alcaldes y alcaldesas, con sus Zalameas de aliados repentinos, darán el bastonazo en el empedrado, a la antigua usanza.
Acuerdan en los ayuntamientos de Castilla-La Mancha llegar a un entendimiento de injerto del naranjal en el florido rosal de don Emiliano, que anda siempre a la gresca con el presidente; y el socialista Lambán y el regionalista Aliaga ya han mandado a las agencias la foto del abrazo de Vergara con vestido de aragonesa. Andan todos muy contentos porque, como en las verbenas, van a pillar cacho. También ahora las alcaldías gordas van por turnos, como Villacís y Martínez-Almeida en un Madrid de anarquía cornúpeta y de retruécano, largas piernas, moreno lacio, hombres bajitos y con gafas y sostenes preveraniegos. El turnismo lo inventaron el conservador Cánovas y el liberal Sagasta. Y todos los líderes máximos, con todos los dientes al descubierto, hablan de cooperación y besos en la boca, poseídos de un romanticismo creciente con su habitual deje de arrogancia. Porque las llamadas bases programáticas para los acuerdos de gobernabilidad –el chalaneo, para que nos entendamos– que unos y otros se intercambian como cromos no se comunican al ciudadano votante y pagante. Es decir: se pacta el poder, pero no se dice qué se ha cambiado en el trueque.
Algunos en la transacción festiva cambian autonomías por ciudades en este Monopoli temerario que no atiende a las especificidades regionales ni a lo que el españolito ha votado. La subsistencia del político responde a las necesidades fisiológicas de los grandes carnívoros y el ardor de estómago del atracón electoral del 26-M se combate fácilmente con el pactismo in extremis, variante mercenaria de la victoria inédita. Casi nadie ha ganado por mayoría las elecciones locales y autonómicas y los apretones de manos rebajan el malestar de los resultados y actúan como sedante en la mala conciencia. Véase el caso de los pactos de los constitucionalistas con los separatistas en Barcelona –no, nunca, dijeron– o cómo los cordones sanitarios de Ciudadanos a Vox caen en Andalucía, entre rebujitos y cabriolas, para aprobar los presupuestos.
De pronto, este individuo que es el votante ve cómo el cacique es entronizado en régimen de gazpacho, vichyssoise y sex-shop de villorrio. Es decir, que los ligues y saltos de cama de madrugada con los gayumbos y las alpargatas en la mano son prolijos y meticulosos. La ambición, ay, ese órgano pensante… La democracia de quiqui y la erótica del poder: donde se deciden, compañeros mártires, los destinos de esta nuestra patria. Como le borboneó el rey Alfonso XII a su esposa, la reina María Cristina, que contaba en 1885 con veintisiete florecientes primaveras: «Cristinita, guarda el coño… y de Cánovas a Sagasta y de Sagasta a Cánovas». Mercachifles de votos.
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